Era el 1987.
Yo tenía cuatro añitos cuando mi mamá me celebró el cumpleaños con una decoración alusiva a una de mis cosas favoritas: la lucha libre. Lo sé porque son de las pocas fotos que tengo de mi niñez, y que aún guardo en mi gaveta con recelo.
Y ahí -en el centro de la decoración- estaba él de fondo: HULK HOGAN… pero de este personaje les hablo ya mismo.
Recuerdo que mi papá y yo teníamos dos momentos para nosotros en casa de Güela en el barrio Bélgica: ver la serie de Tarzán y después observar “el deporte de las mil emociones”. Así que con Coco Rico en mano -y masticando pan dulce de la Panadería San Agustín-, mi pai y yo analizábamos las batallas de Chicky Starr -porque los mejores siempre van primero-, El Invader, Los Súper Médicos, to’ el Ejército de la Justicia y el fokin Ray “Maldita Sea” González.
Ya con más edad, también aprendí a apreciar a la comunidad dominicana cuando supe de El Bronco (“el macho de siete suelas”), a quien le quemaron el carro en Loíza por decir -y lo cito- “que ese lugar era la pequeña Haití”. Jajajajaja… aún en mi cuarentiventud no dejo de pensar que fue un buen ‘punchline’.
By the way, tengo que sacar un segundo para derramar un poquito de cerveza en el piso por papi, pa’ recordar esos momentos en que Jando caminaba como un gallito por toda la calle seis del barrio -siempre tomando de la mano a un futuro escritor-, mientras hablábamos de que Carlitos Colón era el peor acróbata del mundo. Papi me llevó a la lucha libre… y sin él saberlo, comencé a crear historias en mi cabeza, pues la lucha fue quien me dio la primera formación para crear un guión. 🍻
Entonces, un día estaba junto a mami en el video club de Quijote Cash & Carry en Los Caobos, y Miriam -cuyo lenguaje del amor es hacer actos de servicio- estando bien pelá, me dijo “nene, coge un video de esos pa’ que no jodas más”. Era un VHS de Wrestlemania… y ahí fue que conocí la WWF y descubrí un nuevo ídolo: Terry Gene Bollea.
Ahora sí vamos a hablar de él.
Para los niños, los luchadores son los superhéroes que personifican su espíritu, esos hombres que representan el color de su alma. Por eso muchos siempre se sintieron identificados con Carlitos, mientras que otros querían ser El Karateka Ninja TNT. Por alguna razón, en la psiquis humana abanderarse con un combatiente da una emoción inigualable… y fue así como todos los niños de los ochenta y noventa quedamos fascinados con HULK HOGAN.
No voy a hacer el resumen de su carrera -para eso está este artículo de El Calce-, porque hoy solo quiero hablar del señor Hogan desde mi punto de vista.
Hulk representaba a este tipo que era todo lo bueno, el lado correcto de la historia, la representación de unos Estados Unidos en tiempos en que ese sentimiento nacionalista estaba celebrando una borrachera de poder, el hombre que te exortaba a beberte las vitaminas y orar cada noche.
En los ochenta y noventa el tiempo corría distinto. Para aquel entonces, buscábamos ejemplos de tipos cool que buscaban hacer el bien; por eso tuvimos a MacGyver, Mitch Bucchannon, Chevy El Ponzoñú y obviamente a Hulk Hogan. Si Carlitos Colón le paraba las tetillas color ciruela a todos los chamaquitos feos de Guayama, Hulk lograba el mismo sentimiento con todos los niños que aparecían en los videos de World Vision, porque ese cabrón se fue viral por todo el planeta Tierra.
La Hulkmanía fue tan grande como la Menudomanía, solo que en vez de niñas casi adolescentes dando alaridos por chamaquitos putibailando en spandex, los que gritaban eran varones de todas las edades, incluyendo a señoras de mayor edad y personas parecidas a El George Rivera Rubio.
Hulk nos rompió el corazón cuando abandonó la lucha libre para incursionar en el mundo de Hollywood, y también lo hizo cuando se fue a la WCW para volverse rudo porque todos los veíamos con el líder que debíamos seguir… hasta que llegaron los dosmiles.
Con una nueva década de frente, MTV haciendo miles de reality shows, y los medios entrando en otra fase -que ya acariciaba el inminente dominio del Internet-, VH1 le dio un programa a Hulk, en el que descubrimos que a veces nuestros modelos no son lo que parecen.
De esta manera, descubrimos que Hulk era una mierda de esposo, un papá mediocre y un hijo de puta. Atrás quedó el héroe que nos invitaba a hacer las cosas de la forma correcta, sino que vimos a un viejo ex adicto a los anabólicos que ahora lucía como un rednecko con ínfulas de superioridad. Hulk pasó de ser el Superman de nuestra niñez a convertirse en el tipo al que le tienes terror si posees tez humilde.
Entonces, Hulk pa’ joder se las pegó a la esposa con una de sus amigas, luego se filtró un video dándole yeska a la mujer de uno de sus mejores amigos, y también se tiró comentarios racistas, ya que al señor Hogan sentía incomodidad por la presencia de un prieto a su alrededor. De hecho, en una ocasión, Hulk vio a Jacqueline -miembra de las Pretty Mean Sister- y le dijo “los pezones prietos huelen a cobre”… No sé si esto es cierto, ya que Gazoo Starr fue quien me lo contó.
Cuando alguien muere, la norma es que to’ el mundo hable bien del fallecido, pero en el caso de Hogan es algo diferente. Nosotros crecimos con un superhéroe que significaba todo lo que estaba bien, aunque detrás del personaje había un cabrón que pensaba que estaba por encima de to’ el mundo, quien fue el peor compañero de camerino de los luchadores, y cuyo ego superaba al de Molu, Lúgaro y Jay juntos.
Como me dijo mi hermano Carlos, Hogan fue el mejor ‘showman’ con el peor ‘finisher’; el cabrón que se convirtió en el símbolo del entretenimiento deportivo, y cuando se habla de lucha libre, es la referencia incuestionable. También fue el tipo egoísta que no quería ceder su ‘spotlight’; mientras en el camerino El Undertaker lideraba a jóvenes ‘entertainers’, debajo de las luces del ring Hogan era un dios.
El dualismo del ser humano es una de las cosas que más me maravilla, porque aunque todos cargamos con un lado bueno, la mayoría de los seres humanos siempre sacan a pasear su versión hija de puta. Hulk fue la representación de un cabrón que se convirtió en un ídolo de multitudes, pero a la misma vez fue el titán de nuestra infancia. Hogan fue el tipo que nos hizo sentir grandes porque solo había que rezar, tomar tus vitaminas y hacer las cosas bien pa’ ser un campeón.
Es el 2025… y el 24 de julio de este año, Hulk partió de este mundo.
Lo amamos… lo odiamos también… y ahora que La Vida le hizo el conteo de 1-2-3, tengo que decir que las leyendas nacen para influenciar a otras personas, y aunque no respeto las ideas de Terry Gene Bollea, tengo que decir que adoro a Hulk Hogan… y con su partida, una parte de nuestra infancia se fue con él.
George, Gazoo, Carlos Kayros… se nos fue un ídolo, pero tenemos que dar gracias a La Vida porque ese mortal ‘leg drop’ aún nos recuerda el niño que fuímos. 🦍🖤