Kobe tiró su último canasto una tarde de enero 🏀, el rumor del Corona llegó a Pe Erre en febrero pa’ rompernos la rutina, y lo que empezó como un evento temporero a mitad de marzo, se convirtió en la mayor prueba de la incertidumbre el resto del calendario.
Corillo, el veinte-veinte fue especial… el año en que la decisión de un hambriento individuo con sed de asopa’o de murciélago 🦇 cambió a todo el mundo… eso, o era que Dios otra vez estaba bien encabrona’o con su descendencia, como en los tiempos bíblicos en que penalizaba a sus hijos con tempestades pa’ que se jodieran pa’l carajo; como cuando se clavó a Sodoma, Gomorra y Guánica.
La misteriosa vacuna, el sabroso PUA, los carros que debían transitar en la carretera -según el último número de la tablilla-, y la alarma de Titi Wanda eran los temas más comentados en las redes, aunque nadie imaginaba que todo eso traería unas secuelas: los chamaquitos con rezago académico, los pequeños comerciantes que nunca pudieron volver a la normalidad y cerraron sus negocios para siempre; los diásporos que en tiempos de clausura buscaban nuevas oportunidades mudándose pa’ los ‘yunaites’, los “títeres” desempleados que se marcharon pa’ Hartford, Connecticut pa’ seguir metiendo embustes. Ni olvido el porqué la gente pensó que un barato ‘hand sanitizer’ podía vencer un virus que -supuestamente- nació del caldo hecho con el mamífero volador más enfermo del mundo.
Fue en ese veinteveinte en que me tocó vivir un paL de cosas: un boicot de los pendejos que “quieren estar siempre en el lado correcto de la historia”, y una cancelación de casi dos meses -liderada por un activista culipodrío que se robaba los chavos en el municipio de San Juan-; cogí todos los balazos a mi reputación, perdí oportunidades de negocios pa’ mis proyectos, me lambí un despido injustificado -porque Tío construyó El Calce al son de hierro y fuego, pero hasta los míos se viraron cuando apretó el calentón 🔥- y pa’ joderme la chola, mi papá se mudó pa’l barrio de los acosta’os.
Pa’ ese ‘season’ yo andaba roto, así que mi mujer -que aunque siempre está guayando y jodiendo- también reconoce cuando su hombre está herido, tuvo una idea: debíamos adoptar a una perrita porque solo eso podía curarme el alma.
Yo no era un hombre de perritos, pero…
Sol tenía razón.
Pa’ ese ‘season’, la demonia que duerme conmigo llevaba meses diciendo que necesitábamos un canino, pues según su criterio, todo hogar completo necesitaba una mascota. Yo no entendía sus palabras, ya que en la casa que crecí las finanzas siempre andaban apretás; so, no había cabida pa’ una boca más, así que nunca comprendí eso de mantener a un perrito, ni conocía el cariño que se le tiene a un Firulais.
Bueno, creo que ese ‘feeling’ lo acaricié con Zuki y Zuleika -las perrihijas de mi amada vecina Feni, mi segunda madre en La 16 de Los Caobos 🌷-, pero en verda’ no estaba ni cerca de conocer cuán grande es ese sentimiento. 🐕
Entonces, la futura alcaldesa de Morovis ☀️💛, se tiró pa’ Rabito Kontento en Hatillo, y consiguió a la perrita más antipática, necia, güelebich*, amargá y sin gracia del mundo. La más sata de las satas, la que originalmente se llamaba “Monda”, pero que fue bautizada por ella como Botines -alias Moncha Colucci- porque Marisol tiene una obsesión con blanquear a las almas prietas… y cuando eso pasó, mi mundo cambió.
Al principio no soportaba a la sata. La cabrona jodió mis muebles, se comió mis matas, me cambió la rutina de forma abrupta, y además me puso a barrer y mapear más de dos veces al día, pues yo odio los pelos y la peste en todos los mamíferos… pero, poco a poco me enamoré de esa salvaja peluda, quien sin remordimiento alguno también nos meó la alfombra en muchas ocasiones.
Yo no sé si todo el mundo comprende esto, pero voy a utilizar una cita de “El Principito” cuando está charlando con su nuevo mejor amigo, el zorro:
—¿Qué significa “domesticar”?
—Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—. Significa “crear lazos”.
—¿Crear lazos? —Sí —dijo el zorro—.
Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo.
Boti llegó a mi vida para enseñarme una gran lección sobre La Vida: que los lazos de amor que se crean son tan poderosos que cruzan la barrera de la comunicación verbal; que unos ojos llenos de amor son el verdadero espejo del alma y que no hay un hogar más completo que el que tiene un perrito pa’ recibirte cuando llegas.
Los perritos y los gatos -aunque estos últimos sean unos güelebichos- nos enseñan que las relaciones se construyen, y poco a poco vamos haciendo un lazo tan FUERTE que las palabras no se necesitan.
Sol me trajo a Botines, pues el gorila necesitaba algo que lo sanara, y esos besitos de lengua de Moncha fueron tan poderosos que no tuve más opción: dejé que ese amor remendara a un hombre con el 🖤 hecho pedazos…
¿Y saben qué?
Boti me curó el corazón.
Acho, Botines, es el 2025 y mi mayor miedo es irme de este mundo sin decirle a los demás lo que siento por ellos, así que hoy le robo las letras al escritor de mi libro favorito –El Principito– para dejar en la eternidad cuánto te amo, cabrona:
“Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”… y“si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco”.
¡Botiiiiiii! Gracias por salvarme, Moncha Colucci. Así que como yo soy tan intenso, me tatué tu carita en el brazo para verla hasta el último día que yo respire… aunque esto no lo puedas leer 🦍🐶🤍
PD: Esta columna está dedicada a mi gente de Rabito Kontento, pues por ellos conocí a la curita de cuatro patas que sanó mi corazón. 🐕🦺