Thursday, November 21, 2024
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¿Te has preguntado qué le pasa al cuerpo de un astronauta después de estar un año en el espacio?

Más allá de los titulares, el histórico viaje de Frank Rubio nos deja una pregunta intrigante: ¿cómo cambia el cuerpo humano cuando está tanto tiempo en el espacio?

Desde músculos que se debilitan hasta cambios en la visión y el sistema inmune, la microgravedad altera el cuerpo de formas sorprendentes. Rubio, quien superó el récord estadounidense anterior de 355 días en el espacio, no solo es parte de una élite de astronautas con vuelos prolongados, sino que también ha proporcionado valiosos datos sobre los efectos del espacio en el cuerpo humano.

Pérdida muscular y ósea: El precio de flotar

Sin la constante atracción de la gravedad, los músculos que normalmente nos mantienen de pie (como los de la espalda y las piernas) comienzan a atrofiarse rápidamente. ¿El resultado? En solo dos semanas en órbita, un astronauta puede perder hasta un 20% de su masa muscular y, en misiones más largas, esa cifra puede llegar al 30%. Lo mismo sucede con los huesos, que sin el esfuerzo de caminar o cargar peso, pierden entre un 1% y 2% de densidad ósea por mes, aumentando el riesgo de fracturas.

A pesar de que los astronautas como Rubio dedican al menos 2,5 horas diarias a ejercicios intensivos usando equipo especial, como una caminadora atada y dispositivos de resistencia, el desgaste es inevitable. Incluso, se han propuesto nuevos estudios para aumentar las cargas de los ejercicios y ver si así se puede reducir la pérdida muscular.

Ver las estrellas (literalmente): La vista y el cerebro en el espacio

La visión también se ve afectada. En la Tierra, la gravedad ayuda a que la sangre fluya hacia abajo, pero en el espacio, los fluidos tienden a acumularse en la cabeza, lo que puede inflamar el nervio óptico. Esto puede hacer que la visión de los astronautas se vuelva borrosa y, en algunos casos, los cambios pueden ser permanentes. Además, la exposición a los rayos cósmicos y partículas solares puede dañar la retina, lo que a veces hace que los astronautas “vean” destellos de luz en sus ojos.

En cuanto al cerebro, la microgravedad hace que se reorganicen algunas conexiones neuronales, especialmente en áreas responsables del movimiento y el equilibrio. Esto no es tan sorprendente, considerando que en el espacio no hay “arriba” ni “abajo”, y los astronautas deben adaptarse a moverse flotando.

Microbios, piel y el sistema inmune

Otro descubrimiento fascinante es cómo la vida en el espacio afecta la microbiota, esas bacterias y hongos que viven en nuestro intestino y son cruciales para la salud. Rubio, como Scott Kelly (otro astronauta que pasó casi un año en la EEI), experimentó cambios en sus bacterias intestinales. Esto podría deberse a la dieta en el espacio, pero también a la radiación y a la diferente dinámica de convivencia.

Por si fuera poco, estar en el espacio también sensibiliza la piel. Tras su regreso, Kelly experimentó un sarpullido que duró varios días, posiblemente debido a la falta de estímulo físico que nuestra piel está acostumbrada a recibir en la Tierra.

En cuanto al sistema inmunológico, los astronautas ven una leve disminución en los glóbulos blancos, esenciales para combatir infecciones, lo que está relacionado con la radiación a la que están expuestos. Sin embargo, algo curioso es que las telómeras —esas pequeñas “tapas” que protegen nuestro ADN— tienden a alargarse en el espacio, aunque vuelven a acortarse rápidamente al regresar a la Tierra.

Preparándonos para misiones a Marte

Todo este conocimiento es clave si algún día queremos enviar humanos a Marte. Un viaje de ida y vuelta al planeta rojo podría tardar hasta 1.100 días, lo que hace indispensable entender cómo mantener el cuerpo en forma y saludable durante misiones de larga duración. La EEI ha sido un laboratorio perfecto para estudiar estas transformaciones, y los datos de Rubio, junto con los de otros astronautas, nos ayudarán a preparar mejor a las futuras tripulaciones que se aventuren a explorar el espacio profundo.

Aunque los astronautas regresan a la Tierra con grandes sonrisas, como Oleg Kononenko, quien ahora ostenta el récord mundial de 1.111 días en el espacio, el camino de regreso a la normalidad física es largo. Tras pasar tanto tiempo en órbita, sus cuerpos necesitan años para recuperarse completamente.



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