Hace unos días, tuve la oportunidad de leer una carta que compartió mi buen amigo Carlos López Lay —carta que escribiera su señor padre en 1962, en la cual compartía su frustración con la evolución hacia el comunismo que se había llevado a cabo en Cuba luego de la lucha contra la dictadura. Tomó menos de dos años para que no solo los cubanos, sino el mundo entero comenzara a darse cuenta del grave error cometido por tantos cubanos engañados por las promesas vacías que en aquel momento les dieron esperanza de un mejor gobierno y futuro.
Hoy, más de 64 años después, Cuba no se ha podido liberar de ese fatídico hecho. Apoyaron a una revolución que entendían traería de vuelta la esperanza para el pueblo cubano y terminaron forzados a escapar de Cuba dejándolo todo atrás, inclusive en muchos casos a sus seres queridos.
Hoy, más de seis décadas después, el pueblo cubano sigue bajo el yugo opresor de aquellos que les vendieron una Cuba Libre. El padre de Carlos, al igual que muchos otros cubanos, murieron sin poder volver a su patria, peor aún, verla libre a pesar de la gran lucha que se ha llevado a cabo a través de décadas y diferentes grupos que continúan liderando un cambio. Nada diferente a lo que está sucediendo en Venezuela.
Junto a la carta de su padre, Carlos me compartió la siguiente reflexión que he decidido compartir con nuestros lectores, tal cual la escribiera Carlos, ya que expresa el mensaje que todos debemos internalizar antes de acudir a las urnas el próximo 5 de noviembre.
Puerto Rico, la izquierda y nuestro futuro
En un momento crucial para Puerto Rico, donde la tentación de soluciones aparentemente rápidas puede desviar nuestro futuro hacia un rumbo incierto, quiero compartir mis reflexiones sobre los peligros reales de la izquierda y su impacto en nuestra estabilidad.
Como me preocupo, me ocupo, y quiero compartir mi opinión sobre la situación de Puerto Rico frente a las elecciones y la desinformación que existe. Se ha creado una “esperanza” en la Alianza del Partido Independentista Puertorriqueño con el Movimiento Victoria Ciudadana, promoviendo la idea de que son la única opción porque no han gobernado y, por lo tanto, serán mejores administradores. Sin embargo, el apoyo de algunos artistas locales que impulsan soluciones “fáciles” a situaciones complejas puede dar la impresión de una solución segura al futuro de Puerto Rico. Desde mi perspectiva, este enfoque traería una desestabilización política, económica y social peor aún que la que ya vivimos. Yo también comparto las frustraciones que muchos sienten; de hecho, las vivo en carne propia y sé lo difícil que es el camino hacia una mejor sociedad. Por eso, me expongo a través de mi persona, mi empresa y mi fundación, demostrando que el cambio se logra no solo con palabras, quejas y recomendaciones, sino con trabajo duro y dedicación. Mi fundación, YONOMEQUITO, es un movimiento social que significa “no es lo que tengo ni donde estoy, sino lo que hago con lo que tengo, donde estoy”. Muchos jóvenes hoy no son conscientes del peligro que representan las ideologías autoritarias, en particular el comunismo y el socialismo. Mi padre, quien fue testigo de la Revolución Cubana y luchó por una Cuba libre, escribió una carta en 1962 donde advertía sobre los riesgos del comunismo. Hoy, más de 60 años después, veo con preocupación cómo países como Venezuela, Nicaragua, Colombia, México y otros en América Latina sufren bajo regímenes similares. No todos han llegado al mismo punto, pero muchos van en camino hacia una tragedia política, social y económica. Los problemas que prometieron combatir se convirtieron en problemas aún peores cuando la izquierda alcanzó el poder. En Puerto Rico, no estamos exentos de estos peligros. Aunque nuestra relación con Estados Unidos nos ha brindado estabilidad, no debemos caer en la trampa de creer que estamos inmunes a la erosión de nuestras libertades. Es momento de educar a las nuevas generaciones sobre lo que está en juego y luchar por la preservación de la democracia y los derechos humanos. La historia en América Latina está llena de ejemplos de líderes que llegaron al poder con promesas de justicia y prosperidad, solo para instalar regímenes que socavan la democracia y deterioran la calidad de vida. El caso de Cuba, con la dictadura de Castro, y los ejemplos de Venezuela y Nicaragua, demuestran que la expansión de políticas de izquierda puede abrir la puerta a algo mucho más peligroso. El patrón es claro: regímenes que comienzan con promesas de justicia social acaban en crisis económicas, éxodos masivos y violaciones sistemáticas de derechos humanos. A los jóvenes de Puerto Rico: ustedes son la generación que definirá el rumbo de nuestra isla. No permitan que la falta de experiencia frente a estos regímenes los haga subestimar los riesgos. Aprender de la historia y las consecuencias de la izquierda en nuestra región es esencial para preservar nuestras libertades y aspiraciones. Es crucial que comprendamos que, aunque nuestras frustraciones sean válidas, una mezcla de descontento social y promesas de cambio pueden abrir la puerta a ideologías radicales. Pensar que nuestra relación con Estados Unidos nos protegerá automáticamente es un error; si Puerto Rico sigue el camino de otros países latinoamericanos, no estará exento de sus consecuencias. En conclusión, Puerto Rico no es inmune a las fuerzas que ya han dañado a otros países latinoamericanos. No podemos pensar que nuestra relación con Estados Unidos será suficiente para protegernos de las consecuencias de políticas autoritarias. Si algo nos enseña la historia, es que un cambio hacia la izquierda radical no trae soluciones, sino profundos problemas para los ciudadanos. Estas situaciones no pueden ser tema de discusión solo en cada ciclo eleccionario. Todos tenemos la responsabilidad de insertarnos en el futuro de Puerto Rico; no podemos dejarlo en las manos de unos pocos, sin importar el partido que representen. Yo también quiero un mejor sistema de energía eléctrica; pagar menos, mucho menos, porque es insoportable e insostenible cubrir lo que pagamos por un sistema deficiente. También, deseo justicia social para quienes realmente necesitan que el Estado, la empresa privada y el tercer sector los apoyen; quiero un mejor sistema educativo que atienda las necesidades reales, un sistema médico más eficaz, más protección para las personas de la tercera edad, un gobierno más pequeño, más ágil y menos burocrático. Además, urge revisar nuestro sistema tributario, creando un balance entre quienes nacimos aquí, hemos invertido, creamos empleos y aquellos que se han mudado recientemente, recibiendo beneficios e incentivos del gobierno, pero apenas contribuyendo a nuestra sociedad y economía (aunque no todos). Debe haber un balance. Quiero una mejor infraestructura, más desarrollo económico, y mejores oportunidades para los individuos y las empresas. No existe un sistema perfecto; todos tienen sus pros y contras, pero en la izquierda no está la solución, por más frustrados que podamos estar.