Thursday, November 21, 2024
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JGo: último turno al bate

La gobernadora electa, Jenniffer González, puede ser la última que llegue a La Fortaleza por el Partido Nuevo Progresista (PNP) antes de llegar un independentista a dirigir los destinos del país. Pudiera ser ella la responsable de que llegue un gobernador a La Fortaleza que inicie la crisis política que auguró Rubén Berríos.

Son muchos los independentistas que les hierve que yo toque ese tema. A unos les basta con dejar de hablarme, mientras que otros que tienen rabia permanente no pueden evitar que les salga espuma en la boca porque eso amenaza la narrativa de que un gobierno independentista es inofensivo para la relación de Puerto Rico con los Estados Unidos, y que con ellos la independencia está más lejos que la estadidad.

Antes de entrar al asunto de González y su gobernación, quiero poner en contexto el tema de la independencia con la gobernación.

En tiempos recientes, Rubén Berríos, presidente vitalicio (“dicho de un cargo, de una merced, de una renta, etcétera, que duran desde que se obtienen hasta el fin de la vida”, RAE) del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), brindó un discurso revelador para unos y nada sorprendente para otros.

Explicó que, para que la isla inicie su peregrinación a “la tierra prometida”, un Puerto Rico libre, primero hay que llevar a Juan Dalmau a la gobernación.

“Vamos a poner, por ejemplo, al compañero Juan Dalmau, que tiene en este pueblo un apoyo y una simpatía extraordinaria. Si todos nosotros unimos esfuerzos, puede llegar a la gobernación de Puerto Rico”, dijo. Una vez eso ocurra, llevarían a cabo una asamblea constitucional de estatus con el aval del gobierno estadounidense.

“Proponemos lo que nosotros llamamos una asamblea de estatus, de pueblo, en donde los puertorriqueños elijan a unos delegados por alternativas de estatus, alternativas no territoriales… es decir, delegados estadistas, los que creen en la libre asociación y delegados que creen en la independencia. Esa gente se reúne y esa gente va a negociar con los Estados Unidos las condiciones de cada una de las tres alternativas. Una vez las negocie, entonces se trae a este pueblo para que el pueblo decida”.

¿Qué ocurriría luego? Continúa Rubén: “Cuando vengan los americanos, luego de hablar con los representantes de las tres alternativas, y digan ‘esto es lo que estamos dispuestos a dar”… eso se trae ante el pueblo a una votación, ¡y ahí es que viene lo que no se le olvida a ningún independentista!, las palabras históricas de ¡yankee o puertorriqueño!

“El gobierno de Estados Unidos no va a moverse a menos que el pueblo puertorriqueño le cause una crisis política que los obligue a responder. Vieques nos lo enseñó y así ha sido siempre… las condiciones están dadas compañeros, para causar esa crisis. Lo primero, obtener el poder político aquí en Puerto Rico para desde el poder causarles la crisis a Estados Unidos… ¿y cómo se logra eso? ¿Cómo logramos el apoyo de los que todavía no son independentistas para alcanzar el poder político? Cuántas personas se les han acercado a ustedes y les han dicho ‘si Juan sigue así puede hasta ganar las próximas elecciones”, afirmó. De hecho, dijo que primero se logró sacar a los americanos de Vieques (La Marina) y que luego los sacarían de Puerto Rico. Concluyó Berríos: “Pueden estar ustedes seguros que en las manos de Juan Dalmau está firme el timón para llevar esta tierra prometida hacia su destino final. ¡Que viva Puerto Rico libre!, ¡a la lucha y a la victoria!”

Ahora bien, el reclamo del Partido Popular Democrático (PPD) es genuino y válido. Borrar una opción de estatus como el Estado Libre Asociado (ELA), que representa una gran cantidad de puertorriqueños, porque yo digo que no puede estar porque es colonia, luce a lo que se hace en otras jurisdicciones: “porque sí”.

Yo era creyente de que se eliminara porque la condición colonial no puede ser una opción descolonizadora. No obstante, ¿y si la mayoría del pueblo desea esa fórmula? Yo no tendría temor a poner al ELA, aunque pienso que, sí, es una colonia, en una papeleta. Hoy pienso que perdería, y ahí habría una voluntad inequívoca de que el pueblo quiere cambiar. ¿Y si Estados Unidos dice que validaría un plebiscito con el ELA? ¿Qué crisis crearía Rubén, Juan o cualquier otro? ¿Irían por el mundo gritando que quieren “democráticamente” eliminar a un sector? Quizás sus aliados en la Organización de las Naciones Unidas (Venezuela, Bolivia, Cuba, Siria, Rusia y Nicaragua) entenderían que eso es democrático.

Vamos al análisis de Jenniffer González.

Fíjese lo expresado por Rubén Berríos: “Una acción concertada para obtener poder político en las próximas elecciones… esta gente (PNPs y PPDs) están desprestigiada”. No hay duda de eso. Punto para Rubén sobre ese desprestigio.

Entiendo, escuchando a la gente, que en todas las elecciones de tiempos modernos los electores han votado por lo que consideran las opciones menos malas. González no prevaleció porque inspiró esperanza. Sin embargo, tiene una oportunidad para demostrarle al pueblo que apostaron a la candidata correcta.

No obstante, está rodeada de algunos personajes que, en mi opinión, le traerán dolores de cabeza a su administración porque intentarán hacer dinero a dos manos con fondos públicos y correrán los riesgos que haya que correr. Se ha hablado de otros que, desde la campaña, comenzaron a inflar sus “honorarios” por la influencia que tendrán. Ya veremos si explotan las historias que el pueblo ya aborrece.

En el tema de la corrupción, González tendrá que demostrarle al electorado del 2028 que no le temblará la mano y que su administración iniciará investigaciones y procesamientos judiciales contra el que sea. Si fuera ella, el día que anuncie figuras como el Departamento de Justicia, tiene que expresar una advertencia pública a los designados que el nominado tendrá mano libre para procesar hasta a sus primos si tan siquiera se les ocurre acercarse al gobierno con negocios de manera sospechosa, y que ella no intervendrá a favor de nadie. Tiene que ser contundente, repetitiva y creíble con ese mensaje. No puede dejar que sigan siendo los federales los que procesen casos de corrupción con la flojísima excusa de que hay un “memorándum of understanding”. NO PUEDE DELEGAR su responsabilidad contra la corrupción y repito, tiene que ser contundente.

No solo bastará con echar los fondos federales y las obras a correr para que el pueblo mire para el lado con los issues de corrupción. Eso no va a pasar. Si González proyecta la misma canillera que le ha dado a otros contra la corrupción, no habrá campaña de comunismo, socialismo y lo que sea que evite que sea ella la última gobernadora del “bipartidismo tradicional”, y la responsable de entregarle las llaves de La Fortaleza a un gobernador o gobernadora independentista, y será por eso por lo que la recordarán.

Gobernadora electa Jenniffer González, tiene su primer turno al bate, pero puede ser también el último si deja que los ratones hagan fiesta. Ojalá y no defraude al pueblo. Le deseo, como a todos los gobernadores, el mayor de los éxitos, pero ese éxito dependerá de usted.

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