No es de ahora que los puertorriqueños utilizan las Navidades de paliativo para sus penas. La tan intensa celebración de las Navidades en Puerto Rico ha sido siempre más el síntoma de un mal mayor que se aplaca que el producto de una religiosidad fervorosa. En la medida que la situación del país se vuelve cada vez más agobiante, más desesperada la vida de cada cual, el boricua recurre a las fiestas navideñas como a un brebaje anestésico que le hará olvidar su tristeza circunstancial.
En tiempos anteriores, durante la colonia española, cuando existieron en Puerto Rico condiciones incluso peores que las actuales (no habiéndose desarrollado nunca una economía productiva, sobreviviéndose principalmente del contrabando), la vida en el campo era extremadamente difícil, siendo la pobreza y el hambre un mal compartido por casi todos. En aquellos tiempos también el periodo navideño era extenso, solo que no adelantándolo como hacemos hoy, sino atrasándolo, como ocurre con las octavas y las octavitas. Entonces, la festividad por excelencia era la Fiesta de Reyes. A partir de ese día, era frecuente en el campo ver gente que seguía extendiendo la festividad, “reyando” era el verbo utilizado, que significaba seguir de corrido cantando aguinaldos con guitarra y bebiendo lágrima de monte. Este “reyar” a menudo se extendía de manera sorprendente (dado que no había trabajo al que volver y sí muchas penas que matar) hasta lo que llamaban “la media raja”, concepto sugestivo por demás, pero que hacía referencia a una sopa de carne que se comía a la media noche del Miércolas de Ceniza. Marcaba el comienzo de la cuaresma, y era aquella, idealmente, la última carne a ser consumida por los próximos cuarenta días. A este deseo de olvidar las desesperadas circunstancias de la vida, el hambre, la pobreza, la enfermedad, a este deseo de anestesiarse completo y empujar el tiempo a que pase sin mucha pena, a este recurso de subervivencia nacional se le llamó “reyar hasta la media raja.”
En tiempos modernos, el “reyar hasta la media raja” se ha convertido en celebrar la llegada del Niñito desde que la virgen María todavía andaba por el séptimo mes. Al Día del Pavo ya se lo comió la Navidad en Puerto Rico, y la profana fiesta del Día de las Brujas espera su turno para ser devorada. Por el lado contrario, si bien no llegamos hasta “la media raja”, le hemos añadido a las octavitas la Fiesta de San Sebastián, extendiendo el periodo ya de por sí fuera de proporción.
Y también otras costumbres hemos adoptado los puertorriqueños para lidiar con la desesperanza que aquí se vive, con la falta de futuro, de democracia, de economía, de empatía, de propósito común, ante la caída libre de toda una nación amenazada de diluirse en la nada. Por ejemplo, al momento de un encuentro, en vez del común “¿Qué tal? ¿Cómo estás?”, muchos puertorriqueños han adoptado ese saludo concernido, alarmado, semi histérico, con ese dejo de preocupación por el prójimo que caracteriza al boricua, que es el “¿Estás bien?”
A partir de María, de los terremotos, del verano del 19, la pandemia, Luma, el gobierno que nos malgobierna, la situación de la mayoría se ha convertido en un asunto tan dramático que ya no bastan los saludos antiguos, porque sabemos que la respuesta será casi siempre la misma: “mal”. De modo que, ante tal certeza, resulta lógico y conveniente saltar la primera pregunta y pasar directo a saber cuán mal estamos, y si estamos aguantando. En algunos casos, el tono es de genuina preocupación; en otros podría rayar en la condescendencia irritable. De una u otra forma, refleja sin duda las condiciones de una sociedad fragilizada más allá de lo aceptable, una sociedad que se ha conformado con su existencia precaria.
En la medida que las condiciones sociales y económicas de Puerto Rico continúen deteriorándose, y nada indica que ocurrirá lo contrario, los puertorriqueños seguirán extendiendo el periodo anestesiante de la Navidad y modificando sus saludos. Tal vez, quién sabe, en un tiempo no muy lejano, la Navidad comience al final del verano, extendiéndose sin problema hasta la “media raja”. Asimismo, también el saludo entre nosotros cambie de nuevo, y a nadie debiera sorprenderle que la próxima variante sea “¿Qué te pasó?”