Sunday, April 13, 2025
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¿Puede ChatGPT escribir historias de amor mejor que los mismos humanos?

En una era donde los algoritmos ya pueden componer música, pintar cuadros e incluso redactar discursos emocionales, la pregunta inevitable ha llegado: ¿puede una inteligencia artificial escribir historias de amor tan conmovedoras como las de un autor humano?

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Según un nuevo estudio de la Universidad de California en Berkeley, la respuesta es… casi, pero no. Y eso tiene más que ver con el alma que con la sintaxis.

Pigmalión versión siglo XXI

Para poner a prueba la creatividad artificial, la investigadora Nina Beguš propuso un experimento con tintes clásicos: el mito de Pigmalión. Ya saben, la historia del artista que crea una figura perfecta… y termina enamorándose de ella.

Desde los antiguos versos de Ovidio hasta cintas modernas como Her o Ex Machina, la idea de amar a lo artificial ha sido irresistible para la ficción.

Así que Beguš pidió a 250 personas en Mechanical Turk que escribieran su propia versión de esa historia. Al mismo tiempo, le encargó la misma tarea a los modelos GPT-3.5 y GPT-4 de OpenAI.

¿Resultado? 80 historias generadas por IA contra decenas de relatos humanos, todos con el mismo punto de partida: una persona crea un ser artificial y se enamora. Lo que pasó después fue bastante revelador.

IA: progresista, sí. Profunda, no tanto

En lo que respecta a representación y diversidad, la IA sacó buena nota. Las historias generadas por GPT fueron mucho más inclusivas que las humanas: hubo más personajes femeninos en roles de poder, más relaciones del mismo sexo, e incluso menos apego a estereotipos clásicos de género.

Un dato curioso: el 13% de las historias creadas por IA mostraban parejas del mismo sexo, frente al 7% de las humanas.

Pero ahí termina su momento de gloria. Porque cuando se trató de capturar emociones complejas como la pérdida, la soledad o la obsesión… las historias humanas arrasaron. Los relatos escritos por personas tendían a ser más crudos, sorprendentes, incluso incómodos.

Uno comenzaba así: “Sam no sabía que no era humana”. Otro abría con una bomba emocional: “El amante luchó contra sus deseos con todas sus fuerzas”. En cambio, muchos relatos de IA abrían con “Érase una vez en una ciudad bulliciosa…” y ya se sabía hacia dónde iba todo.

Narradores que muestran vs narradores que describen

Otro gran diferencial fue el estilo. Mientras los humanos tendían a mostrar emociones a través de gestos, escenas y silencios incómodos, la IA se limitaba a explicar las cosas: “Ella estaba triste”, “Él se sintió solo”. Un poco como esos amigos que narran películas mientras las ves: precisos, pero cero inmersivos.

Además, la estructura narrativa de las historias generadas por IA era casi idéntica entre sí, como si todas siguieran el mismo guion preestablecido.

No es que fueran malas… solo que ninguna sorprendía. Los finales solían ser felices o al menos moralmente correctos. La máquina, al parecer, todavía tiene miedo de romper corazones.

¿Y si escribimos juntos?

A pesar de sus limitaciones, la IA no es una enemiga de la creatividad humana. De hecho, el estudio sugiere que podría convertirse en una aliada valiosa, una herramienta que potencie ideas, elimine sesgos y ofrezca estructuras útiles sin reemplazar la voz del autor.

Por ahora, los humanos siguen teniendo ventaja cuando se trata de escribir sobre aquello que no se puede medir: el deseo, la melancolía, el caos del amor no correspondido.

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ChatGPT puede aprender a rimar, puede fingir emoción, pero todavía no sabe por qué a veces —cuando menos lo esperamos— un simple párrafo nos puede romper el corazón. Y eso, al menos por ahora, sigue siendo terreno humano.



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