Recuerdo claramente dónde estaba aquella tarde de marzo en que se anunció que el nuevo papa llegaba del fin del mundo y que adoptaría el nombre de Francisco. Para una cristiana criada entre frailes franciscanos, aquello resultó en un abrazo espiritual inmenso. “Reconstruye mi iglesia”, recordó mi corazón evocando aquel mensaje que siglos antes recibió el pobrecillo de Asís. ¡Qué tarea enorme! ¡Qué tarea eterna!
Jorge Mario Bergoglio se despidió del planeta Tierra, con el que se hermanó, al comienzo de la celebración de la Pascua cristiana. ¡Francisco celebró su Pascua! Para los creyentes no debe haber un mejor signo de esperanza, como el año jubilar que el propio Francisco nos pidió celebrar este 2025.
En septiembre de 2015, tuve el privilegio de cubrir la visita de Francisco a Cuba. Experimentar la profunda fe, el sincretismo y la completa apatía en aquel maravilloso pueblo a través de su visita, les dio una nueva luz a los ojos de mi alma. Aquella experiencia no era nada diferente de lo que se vivía y se vive en el resto del mundo. Todos miraban a Francisco desde una óptica distinta. Algunos no sabían ni quién era, ni lo que representaba para un pequeño sector fervoroso de aquella población. Todos entendemos la relación y no relación con Dios de una manera distinta. De eso se trata ser humanos.
Entonces, era estudiante de Teología y me había bebido como agua refrescante sus Evangelii Gaudium y Laudato Si. Quise sumergirme a explorar su primer mensaje- el mensaje que marcó sus 12 años de pontificado: una iglesia pobre para los pobres, vivir la misericordia, practicar la revolución de la ternura y “formar lío”. Frente al rigor y el dogma, Francisco escudriñaba las Escrituras para rescatar y practicar la esencia escondida en las entrañas de una madre, ¡la ternura y la compasión! “El mensaje de Jesús es la misericordia. Para mí, lo digo humildemente, es el mensaje más fuerte del Señor”. ¿Hacía falta decir algo más?
Mucho se ha escrito sobre los mensajes, signos y posturas de Francisco. Mucho se le ha criticado, sobre todo desde el interior de la iglesia que dirigió como pastor-oveja. A partir de hoy, mucho más se escribirá acerca de su legado, de lo que dejó inconcluso o de lo que no quiso hacer. Luego, se pasará a hablar sobre su sucesor. ¿Quién será? ¿De dónde saldrá? ¿Qué posturas asumirá?…
Son tiempos muy duros; tiempos cruelmente inhumanos y deshumanizantes. Perder la voz de Francisco, su denuncia de frente y pacifista, su reflexión equilibrada y certera, su capacidad para recordarnos lo bueno que podemos ser y hacer, es casi un chiste de mal gusto. Pero, le corresponde vivir la Pascua que predicó y esperó. Eso es parte inherente de la naturaleza humana.
Hoy me abrazo a su ternura. Me abrazo a la sabiduría que le regalaron sus 88 años y que le permitieron distinguir que, por encima de nuestras imperfecciones, de nuestras vulnerabilidades, de la tragedia en que nos hemos convertido los humanos para el resto de la creación, todos y todas cabemos en Dios-Amor. Ah, y me aferro a la gran verdad expresada a través de Bergoglio, ¡qué hermoso es ser profundamente humano y caminar “con los pies descalzos”!
¡Que la Ruah nos acompañe!
Oración
Señor y Padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.
Que nuestro corazón se abra a todos los pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas. Amén.
Papa Francisco, Fratelli tutti, Oración al Creador