Friday, May 2, 2025
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Un circo de tres pistas

Cuando un payaso o una payasa ocu-

pa un cargo gubernamental, no se

convierte en un oficial de gobierno,

convierte su espacio en un circo.

Thomas Rivera Schatz

No soy el primero en utilizar la imagen de un circo de tres pistas para referirse a la política puertorriqueña. Desde el siglo pasado la política puertorriqueña fue caracterizada como un circo de tres pistas por el analista que fundó ese género en el país. Se definía así entonces por el espectáculo político escenificado por estadistas, estadolibristas e independentistas.

La primera vez que fui a un circo fue el de Gaby, Fofó y Miliki, bajo una gran carpa instalada en la playa del canódromo, al cual me llevó mi madre teniendo yo apenas 6 años. Lo recordé con gran alegría, cuando me volví a encontrar con el “circo de los hermanos Aragón” (Gaby, Fofó y Miliki) en diciembre de 1974 en Madrid. Eventualmente la experiencia de este circo de carpa se transformó por la del Circo Panamericano presentado a cielo abierto en el estadio Hiram Bithorn como un circo de tres pistas. Ya como adulto en los años ochenta tuve la oportunidad de asistir al “espectáculo más grande del mundo” el circo de Ringling Bros. and Barnum & Bailey presentado en el Chicago Stadium; el original circo de tres pistas pero de proporciones gigantescas, comparado con el Circo Panamericano.

Recuerdo haber pensado que era difícil seguir los tres espectáculos. Aunque por supuesto el más importante era el de la pista central, nunca entendí por qué tres pistas en un circo. Me pareció que aquí aplicaba la ley de rendimiento marginal decreciente donde más es menos satisfactorio. Lo que creaban las tres pistas era una distracción innecesaria que en mi opinión desmerecía el espectáculo de la pista central.

La política puertorriqueña de hoy puede describirse también como un circo de tres pistas. Pero no se trata ahora de las payasadas sobre el estatus. Hoy se unifica el espectáculo circense bajo la producción del bipartidismo decadente. En este momento en la pista central se presenta una comparsa de payasos bajo la cúpula del capitolio, entreteniéndonos con ridiculeces y payasadas en torno a la confirmación de personajes grotescos y oscuros que son caricaturizados en las parodias televisivas, siendo el acto en vivo trágico y las parodias televisadas cómicas, muy cómicas. El maestro de ceremonias del espectáculo central no viste de chaqueta de frac roja y chistera negra, como es tradicional, sino de chaquetón y corbata pero empuña su mallete cual cetro (Heka) de faraón egipcio.

En las pistas de los lados una pareja de tórtolos parlantes en una jaula de oro presenta un sainete picaresco insinuando actos eróticos, congruentes con la campaña política desarrollada bajo la consigna “bellakeando”. En la tercera pista una tropa de maromeros y trapecistas fofos se balancean, se contorsionan y dan saltos con poca gracia y sin sentido de coordinación. Esta tropa la configuran, políticos fracasados, periodistas de entretenimiento, y políticos convictos que una vez excarcelados se convierten en analistas políticos de entretenimiento; la mayoría son abogados. Esta tropa fofa, nos obsequia un espectáculo de contorsiones intelectuales y lingüísticas ridículas y risibles, ofreciendo explicaciones y “teorías” sobre todo y para todo. Para ellos, los “datos son los datos” e interrogarlos es como tratar de alcanzar un salto mortal cuádruple.

A cuatro meses de la juramentación de la gobernadora, el país está al garete. Trump recorta sin medida ni misericordia los fondos federales que se prometieron como la tabla de salvación. LUMA y Genera son incapaces de reducir los apagones, llevando al borde de la muerte a decenas de personas cuyas vidas están atadas a aparatos médicos. La inflación trumpiana se traga las pensiones y los cupones. Los tiroteos a plena luz del día, los feminicidios y los asesinatos de inocentes siguen impertérritos. Cunde la desesperanza y la respuesta de la kakistocracia y la plutocracia es ofrecer “pan y circo”. Circo hay demás, pero el pan comienza a escasear para los envejecientes pensionados, los trabajadores asalariados y los marginados, etiquetados bajo la rúbrica de “sectores vulnerables”.



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