Saturday, August 9, 2025
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Puerto Rico ante la necrocolonia: Por qué la soberanía es urgente y necesaria

Puerto Rico vive hoy las consecuencias más destructivas del modelo colonial: una etapa avanzada de descomposición institucional, económica y social que solo puede describirse como necrocolonial. Se trata de un proceso deliberado mediante el cual el régimen colonial, en combinación con sus aliados locales y actores económicos transnacionales, permite que mueran -literal y figurativamente – los servicios esenciales, la infraestructura pública y la esperanza de futuro para el pueblo. En vez de gobernar para el bienestar colectivo, se gobierna para el colapso y el saqueo. Y sobre las ruinas de lo público, se construye un modelo de lucro privado, desigualdad y control.

Este fenómeno no ocurre en el vacío. Es consecuencia directa del estatus colonial de Puerto Rico, que impide ejercer soberanía política, planificar un desarrollo económico nacional y construir instituciones públicas fuertes y responsables. Desde la imposición de la Junta de Control Fiscal en 2016, una entidad federal antidemocrática con poderes plenarios sobre nuestro presupuesto, leyes y decisiones internas, el país ha sido testigo de una aceleración sin precedentes del deterioro institucional. Las agencias públicas del ELA, en lugar de ser modernizadas o fortalecidas, han sido dejadas morir bajo el peso de la burocracia, la corrupción, la ineficiencia inducida y la falta de recursos.

El colapso del sistema energético, ejemplificado por la entrega de la AEE a LUMA Energy y las condiciones leoninas impuestas por New Fortress, no fue un accidente. Fue una estrategia. Se permitió que el servicio eléctrico se volviera inestable, costoso y vulnerable para generar un ambiente de frustración social y así justificar su privatización. Lo mismo se ha venido gestando con la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA), con las carreteras, los puertos, el sistema de salud y hasta con las escuelas públicas. Lo que antes era considerado un derecho colectivo y un servicio básico del Estado, ahora se presenta como un problema que solo el mercado puede resolver.

A este proceso lo llamamos necrocolonia: un régimen que deja morir al país para poder venderlo por partes.

El rol de los libertarios criollos y los anexionistas

En este escenario crítico, han surgido sectores que, en lugar de defender al pueblo y exigir justicia, se han convertido en cómplices ideológicos de la entrega total del país. Me refiero a los llamados libertarios criollos – una nueva clase de opinadores, políticos y empresarios – que promueven la desregulación absoluta, la eliminación del Estado como instrumento de protección social y la privatización de todos los servicios públicos. Con un discurso supuestamente pro-libertad económica, estos sectores repiten fórmulas neoliberales fallidas y peligrosas: que lo público es ineficiente por naturaleza, que el gobierno es muy grande, que el mercado lo resuelve todo y que la única solución es más empresa privada y menos gobierno.

Pero ese discurso ignora una verdad fundamental: Puerto Rico no tiene un estado soberano. El problema no es el tamaño del gobierno, sino su falta de poder real, su subordinación a intereses foráneos y la incapacidad legal para construir políticas públicas desde una visión nacional. Los libertarios criollos no proponen reconstruir un estado boricua digno, transparente y eficaz; proponen eliminar lo poco que queda de él y dejar a las comunidades a merced de las corporaciones extranjeras y los colmillús locales. Es un modelo de “libertad” para los ricos y abandono para el pueblo.

Por otro lado, el anexionismo – representado históricamente por el PNP y hoy reforzado por discursos populistas de derecha – no solo ha fallado en lograr la estadidad, sino que ha sido uno de los principales promotores del desmantelamiento del país. Mientras venden la idea de igualdad dentro de Estados Unidos, implementan políticas que destruyen los servicios públicos, endeudan al país y facilitan su venta a intereses privados. Esta destrucción de lo público fomenta más pobreza y con la más pobreza, aumenta la dependencia a las “ayudas” y los fondos federales, y tal dependencia ayuda a consolidar a los más puertorriqueños en la pobreza colonial. Son administradores y saqueadores coloniales, no patriotas; su proyecto es la disolución total de la identidad y el patrimonio nacional puertorriqueño.

Soberanía como única salida

Frente a este panorama desolador, la única alternativa real y transformadora es la soberanía nacional. Solo un Puerto Rico soberano podrá recuperar el control sobre sus instituciones, frenar el plan necrocolonial del PNP-PPD y los libertarios criollos, planificar su desarrollo económico desde una lógica propia y reconstruir el Estado como un instrumento al servicio del pueblo. La soberanía no es solo un reclamo político o identitario: es una necesidad vital para poder garantizar agua potable, energía estable, salud accesible, educación de calidad y un futuro digno para toda la nación puertorriqueña.

Un gobierno soberano puede impedir la venta indiscriminada de su infraestructura, crear empresas públicas eficientes y sostenibles (sin la politiquería y corrupción PNP-PPD), invertir en desarrollo humano y fiscalizar de forma real a sus instituciones. También puede implementar leyes económicas que limiten el poder del capital transnacional sobre recursos estratégicos y fomenten un modelo solidario, ecológico e inclusivo de crecimiento. Inversión, cooperación y fomento económico sí; saqueo y destrucción económica no.

La soberanía nos permite establecer políticas industriales propias, priorizar la producción nacional de alimentos, diversificar nuestras fuentes de energía y diseñar un sistema contributivo justo. Nos permite proteger nuestros recursos naturales, crear alianzas internacionales desde el interés nacional boricua y avanzar un modelo de desarrollo humano centrado en el bienestar colectivo, no en la rentabilidad de unos pocos.

Un llamado urgente

Puerto Rico no resiste más tiempo bajo la amenaza, pobreza y sufrimiento de la necrocolonia. No podemos esperar hasta 2028, ni mucho menos hasta 2032, para tomar las riendas de nuestro país y destino. Cada día que pasa bajo este régimen colonial, cada día que se permite el saqueo de nuestras instituciones, cada día que se profundiza la desigualdad, la gentrificación y la desesperanza, es un día que nos aleja de la justicia y de la reconstrucción nacional.

La demagogia de los anexionistas y el discurso irresponsable de los libertarios criollos no nos llevarán a la libertad ni a la prosperidad…solo la pobreza eterna y la muerte como país. Solo la soberanía nacional nos permitirá recuperar lo que nos pertenece: el control sobre nuestra tierra, nuestro futuro y nuestras vidas.

Puerto Rico merece algo mejor. Y solo la soberanía nacional nos lo puede dar.



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