Thursday, August 14, 2025
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Un Youtuber intentó recrear tecnología del siglo pasado: Un disquete

Si naciste con la nube bajo el brazo, un disquete suena a chiste vintage. Para quienes crecimos con aquel cuadradito de plástico y su zumbido mecánico, es memoria muscular.

Y justo cuando parecía enterrado para siempre —aunque Japón lo mantuvo vivo hasta 2024 para trámites oficiales— un youtuber decidió devolverle el pulso. No para resucitarlo comercialmente, sino por la simple, noble y gloriosa razón de ver si se puede.

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De qué hablamos cuando decimos “disquete”

Fue el pendrive de la prehistoria digital: una carcasa rígida de 3,5 pulgadas que protegía un disco flexible y magnetizable. Cabían apuntes, fotos diminutas, partidas del Monkey Island y virus que aprendimos a odiar.

Cuando los gigabytes entraron en escena, quedó obsoleto. Y, sin embargo, su mecánica sigue fascinando: precisión, fricción y magnetismo bailando en milímetros.

El plan: desmontar uno real y fabricar el suyo pieza por pieza

Según recogió Engadget, polymatt empezó como empieza cualquier buena locura tecnológica: abriendo un disquete real para estudiar su anatomía. Modeló la carcasa en 3D y la mecanizó en aluminio con CNC para replicar tolerancias y ventanas.

La misión crítica, claro, era el corazón: reconstruir el disco magnético. Para eso usó una película PET como base y la recubrió con una mezcla de óxido de hierro y adhesivos, buscando la viscosidad perfecta para una capa homogénea. Nada de “pegamos y listo”: esto va de micras, no de milagros.

La prueba de fuego: giró, leyó… y también se rompió

Primera pasada por la disquetera: el disco gira, el motor canta, la nostalgia pega. Pero al intentar leer o escribir, el cabezal arranca parte del recubrimiento. Diagnóstico rápido: la película magnética no soporta la fricción ni la presión del cabezal.

Entra la etapa dos del experimento, la más tediosa y divertida a la vez: ajustar fórmulas, curados, espesores y suavidad de la superficie. Tras varios intentos, llega una pequeña victoria: el lector detecta sectores y pistas.

¿Archivos completos? No. Lo que se logra es grabar datos aislados; suficiente para probar que el soporte “existe” a ojos del hardware, insuficiente para usarlo como almacenamiento útil.

¿Fracaso? Para nada: es ingeniería en estado puro

El objetivo nunca fue montar una fábrica de disquetes 2025-edition. Fue construir una cadena funcional de materiales, mecánica y magnetismo con herramientas de aficionado. Entre idas y vueltas, polymatt demostró que es posible recrear gran parte del proceso con medios caseros.

Que falle en la fiabilidad no le quita mérito; al contrario, subraya lo complejo que era aquello que antaño dábamos por sentado. Y de paso conecta con otros retos del creador, como la restauración de una IBM ThinkPad de 1993: arqueología tecnológica con destornillador en mano.

Por qué importa si “nadie lo necesita”

Porque entender cómo funcionaba el mundo analógico nos hace mejores en el digital. Un disquete “hecho a mano” es una clase compacta de materiales, tolerancias, desgaste, cabezales, calibración y señal.

Es también una vacuna contra el pensamiento mágico: detrás de cada “clic para guardar” hubo décadas de ingeniería milimétrica. Y sí, ver a una disquetera reconocer pistas en un disco casero es un pequeño milagro que enciende la misma chispa que nos trajo hasta aquí.

Lo que queda en el tintero (y en el óxido de hierro)

La meta pendiente es obvia: conseguir una capa magnética duradera que tolere cientos de contactos sin degradarse, con coercitividad y rugosidad adecuadas para que el cabezal escriba y relea con fidelidad. ¿Se logrará en el próximo video? Quizá. ¿Hace falta? No.

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Este proyecto ya cumplió su promesa: recordar que, incluso en la era del terabyte, hay belleza en pelearle a la física con paciencia y curiosidad.



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