La Fiscalía de Noruega ha imputado este lunes a Marius Borg Høiby, hijo mayor de la princesa heredera Mette-Marit y hijastro del príncipe heredero Haakon, un total de 32 cargos que incluyen cuatro violaciones, así como delitos de violencia doméstica, amenazas de muerte, grabaciones sexuales sin consentimiento, agresiones físicas e infracciones de tráfico, entre otros.
El caso, que se deriva de una investigación iniciada en agosto de 2024, está previsto que llegue a juicio en enero de 2026 y podría derivar en una condena de hasta diez años de prisión si es hallado culpable de los cargos más graves.
Un pasado marcado por episodios judiciales
Nacido en Oslo en 1997, Borg Høiby es fruto de una relación anterior de la princesa heredera Mette-Marit y no forma parte de la línea de sucesión ni ostenta título real, si bien creció bajo el foco mediático de la familia real noruega.
En 2017 fue condenado por posesión de cocaína durante un festival en Noruega, sancionado con una multa de 4,000 coronas. En los últimos años también enfrentó varias detenciones relacionadas con conductas violentas y consumo de sustancias, lo que ya había generado controversia en torno a su figura.
Evidencias y defensa
Según la Fiscalía, la acusación actual se sustenta en testimonios de víctimas, mensajes de texto, grabaciones de vídeo y análisis digitales. Entre los cargos más sensibles figuran filmaciones de genitales femeninos sin consentimiento y episodios de violencia contra parejas anteriores.
La defensa ha adelantado que Borg Høiby planea admitir responsabilidad en algunos cargos menores como amenazas o agresión, pero rechaza los de violación y violencia doméstica, que considera infundados.
Impacto en la familia real
Aunque Borg Høiby no tiene funciones oficiales, la imputación ha generado un fuerte impacto en la monarquía noruega. El príncipe heredero Haakon reconoció que la situación ha sido “desafiante y difícil” para la familia, pero recalcó que corresponde a la justicia determinar el desenlace.
El juicio, que se desarrollará en Oslo, tendrá una duración estimada de seis semanas y mantiene en vilo tanto a la opinión pública noruega como a la prensa internacional, que sigue de cerca las repercusiones para la Casa Real.