Desde el año 2000, la prevalencia de la obesidad infantil entre quienes tienen entre 5 y 19 años ha pasado del 3 % al 9,4 %, según el informe “Feeding Profit: How Food Environments are Failing Children” de Unicef.
En el mismo lapso, los niños con bajo peso han disminuido del 13 % al 9,2 %. Esa ligera diferencia tal vez parezca menor, pero marca un punto de inflexión, ya que, por primera vez en la historia reciente, hay más pequeños con obesidad que con bajo peso.
¿Dónde ocurre este fenómeno principalmente?
Aunque la obesidad supera ya al bajo peso en casi todas las regiones del mundo, hay dos que siguen destacándose por mantener niveles más altos de niños con bajo peso: África subsahariana y el Sur de Asia.
En cambio, muchas islas del Pacífico muestran cifras alarmantes de obesidad, como es el caso de Niue, Cook Islands o Nauru, en donde un 33 % y un 38 % de los adolescentes están clasificados como obesos. También llaman la atención las altas tasas que se observan en Chile (27 %), Estados Unidos (21 %) y Emiratos Árabes Unidos (21 %).
Lo que pasa en varios países latinoamericanos, es que los alimentos ultraprocesados ya constituyen una parte importante del consumo calórico infantil. En México, por ejemplo, se indica que las bebidas azucaradas y los ultraprocesados representan cerca del 40 % de las calorías diarias de algunos niños, niñas o adolescentes.
Las cifras en Ecuador
Por otro lado, un informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) publicado en enero de 2023 revela que, en Sudamérica, el porcentaje de niños menores de cinco años con sobrepeso aumentó del 7% al 8,2% entre los años 2000 y 2020.
Sin embargo, la situación en Ecuador resulta especialmente alarmante, ya que en ese mismo periodo, la cifra casi se duplicó, pasando del 4,5% al 9,8%, lo que representa el mayor incremento en la región.
Este crecimiento de 5,3 puntos porcentuales posiciona al país por encima de naciones como Paraguay y Venezuela, y nos obliga a reflexionar no solo sobre los hábitos alimenticios, sino también sobre las políticas públicas, el acceso a alimentos saludables y la educación nutricional desde los primeros años de vida.
El papel de los entornos alimentarios y de la publicidad
Unicef señala que el cambio no obedece solo a elecciones personales, sino al entorno donde viven los niños, ya que los alimentos ultraprocesados, ricos en azúcar, sal y grasas, se han vuelto omnipresentes, incluso en las escuelas, tiendas cercanas y, sobre todo, en anuncios dirigidos a públicos jóvenes.
De hecho, en una encuesta global a más de 64 000 jóvenes de 170 países a través de la plataforma “U-Report de UNICEF”, el 75 % de los encuestados recordó haber visto en la última semana publicidad de snacks, bebidas azucaradas o comida rápida, y el 60 % dijo que esos mensajes les dieron ganas de consumir esos productos.
¿Qué riesgos acarrea este cambio?
La obesidad infantil no es un tema superficial, aumenta las probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión, problemas cardiovasculares, e incluso ciertos tipos de cáncer en etapas más tardías de la vida.
También puede afectar el desarrollo mental, la autoestima y la calidad de vida general. Además, revertir la obesidad es generalmente más difícil que tratar la desnutrición; así que prevenir siempre será mejor que curar.
Pequeñas victorias y grandes oportunidades
A pesar de todo, el descenso en el número de niños con bajo peso muestra que hubo avances importantes en combatir la carencia de alimentos, la pobreza extrema y las enfermedades que impiden la absorción de nutrientes. Sin embargo, en los últimos años se ha hecho evidente que no basta con eliminar el hambre, también hay que garantizar dietas saludables.
Cómo podemos cambiar la historia juntos
- Fomentar dietas equilibradas: más frutas, verduras, proteínas saludables y menos productos ultraprocesados.
- Incentivar actividad física diaria: juegos, deportes y movimiento en familia.
- Políticas públicas: restricciones al marketing agresivo de alimentos no saludables, mejor etiquetado, así como el desarrollo de regulación en escuelas y espacios públicos.
- Educación nutricional: para niños, niñas, adolescentes, padres y comunidades, para entender lo que realmente significa “comer bien”.
- Colaboración global: gobiernos, organizaciones, empresas de alimentos, sociedad civil y medios de comunicación sumando esfuerzos.
Este momento es también una oportunidad, porque no estamos condenados a repetir errores, ni a aceptar que ser obeso sea “lo normal”. Cada infancia, cada ejercicio, cada decisión al elegir alimentos tiene poder.
Si familias, escuelas, comunidades y autoridades se ponen de acuerdo, es posible reconstruir un mundo donde el valor nutricional de un plato sea tan importante como el sabor, y donde crecer saludable sea la regla, no la excepción.