El post de Thomas Rivera Schatz (TRS) del 15 de septiembre en Facebook sobre “lo que pasa en Hawái” con los salarios de enfermería no compara realidades, sino que administra resentimiento y sustituye política por teatralidad que, al final, deja todo igual.
Mientras tanto, en la vida real, otra gramática está funcionando. Encontramos un liderazgo cultural que convierte visibilidad en gasto local, orgullo cívico y cadenas de valor. No lo impulsa el ELA del Partido Popular Democrático, ni el clientelismo del Partido Nuevo Progresista. Lo está demostrando Bad Bunny con su residencia “No Me Quiero Ir de Aquí” y una arquitectura mínima de alianzas que ya se traduce en noches de hotel, vuelos, consumo y trabajo en temporada baja.
Rivera Schatz usa cifras salariales como martillo retórico, selecciona dos extremos (Hawái vs PR) y los contrapone sin ajustar costo de vida ni condiciones de trabajo. No es un análisis, sino la retórica del fetiche del dato como coartada del político incapaz de proponer desarrollo económico. El análisis de Thomas Rivera Schatz muere al instaurarse en el fetiche de la cifra sin proveer ideas que sirvan para desarrollar una política económica.
Para que tuviera sentido el argumento comparativo de Thomas Rivera Schatz sobre los salarios de enfermería en Puerto Rico y Hawái, habría que partir de datos comparables del Bureau of Labor Statistics (BLS). El BLS sitúa la mediana nacional de salario de Registered Nurses en $93,600 (mayo de 2024), mientras que las medias estatales reportadas por el Occupational Employment and Wage Statistics fueron $39,130 en Puerto Rico y $119,710 en Hawái (mayo de 2023). Lo que su “lógica de meme” omite es que estas brechas responden a diferencias de mercado laboral y, sobre todo, a niveles de precios muy distintos. Hawái figura entre los estados con Paridades de Precios Regionales (RPP) más altas según el Bureau of Economic Analysis, índice que, además, no existe para Puerto Rico. Tampoco considera el Índice de Costo de Vida del C2ER, que en mayo de 2025 ubicó a Hawái como el segundo estado más caro de Estados Unidos. Estos datos desactivan la insinuación simplista de que “allá se vive mejor sólo por cobrar más”. La “equivalencia” Hawái–Puerto Rico es un falso espejo. El contraste que propone Thomas Rivera Schatz es retórica de agravio, no análisis. Una discusión seria exige ajustar por precios y examinar los factores que inciden en el costo de vida y en la formación de salarios en cada lugar; los memes no sustituyen ese trabajo.
Lo que vende el post de Rivera Schatz no es un plan. Es el goce que le produce su queja. La escena descrita por TRS instala un “Otro que goza” (los que viven en Hawái, “los de afuera”) para magnetizar la indignación aquí. El meme lo que canaliza es una libido, no soluciones; evita hablar de instrumentos concretos en Puerto Rico y convierte la discusión en un “castiguemos al culpable” abstracto. La vida material, los turnos de los enfermeros, sus tiempos de descanso, sus escalas salariales, su condición de vivienda, las necesidades de transporte, todo queda fuera del cuadro del meme.
No es simple envidia. TRS instala la lógica de los celos que captura el deseo en un ‘paraíso ajeno’ y produce pasividad. Y, mientras Thomas Rivera Schatz y otros como Luis Pabón Roca administran sus celos y látigo moral en Facebook, medios de comunicación y redes sociales, Bad Bunny ha practicado, con contradicciones y todo, una pedagogía pública que junta espectáculo y diseño institucional mínimo de una política económica para Puerto Rico para activar gasto real. Treinta noches de residencia en el Coliseo, con nueve funciones exclusivas para residentes (prioridad de beneficio local). El cierre “Una Más” (20 de septiembre) será tributo a la isla y se transmitirá gratis por Amazon Music/Prime Video/Twitch. Además, la alianza con la transnacional incluye iniciativas de comercio local para educación, tecnología y apoyo agrícola.
La prensa internacional estima entre $200 y $300 millones de impacto económico —paquetes hoteleros, vuelos, reservas— documentando un ‘Bad Bunny bump’ en turismo y consumo.
Lo crucial es que no se necesitó del ELA del Partido Popular Democrático, ni del catecismo dogmático, como el “libro rojo” de Mao, del PNP. Se necesitó de una arquitectura con visión de futuro y de país tal y como la que ofrece Bad Bunny. Su calendario contracíclico, sus cupos para residentes de Puerto Rico, su encadenamiento con hotelería, transporte, gastronomía y comercio, mostraron una plataforma de distribución que conecta la cultura puertorriqueña (el cuco del PNP) con economía real.
Con reglas y alianzas bien diseñadas, Puerto Rico puede movilizar demanda y empleo tal como muestran la cobertura de la prensa internacional y los datos del propio ecosistema turístico, sin apelar al ELA del Partido Popular Democrático como excusa, ni al clientelismo corrupto del Partido Nuevo Progresista. El país funciona —y puede seguir funcionando— al margen de esas muletas que son ambos partidos y Estados Unidos con su Junta. Bad Bunny ha demostrado una disposición de medios, logística, y un circuito de consumo distribuido que se tradujo en actividad económica verificable.
El liderazgo cultural de Bad Bunny convierte el “celos del Otro” en orgullo propio y efectos medibles. Su gobernanza simbólica —más eficaz que el teatro punitivo de PPD, PNP, Proyecto Dignidad o Estados Unidos y su Junta— muestra cómo política pública y alianzas pueden generar una economía verificable. El de Bad Bunny es un liderazgo que, paradójicamente, viniendo del entretenimiento, genera agencia (y economía) sin pedir permiso al ELA, ni al PNP, ni a Estados Unidos. Es un liderazgo que consiste en administrar visibilidad y anclarla a circuitos materiales de beneficio local. Si queremos salarios dignos, salud y vivienda, el camino es multiplicar ingeniería cultural-económica con reglas claras, no memes de celos y rencores.
El liderazgo de Thomas Rivera Schatz sólo sirve para administrar celos con infografías que paralizan y no sirven para la gobernanza.
Sí, ¡hace falta lo que hace Bad Bunny! Si bien, hasta ahora no reemplaza al Estado, Bad Bunny enseña con su modelo de gobernanza cómo se debe convertir el poder simbólico en realidad y no en rencor. Estamos seguros de que nadie en su sano juicio quiere que pase en Puerto Rico “Lo que le pasó a Hawái”.