La gestora cultural Sheila Osorio, del Taller Nzambi, expresó su alegría por ver cómo los ritmos folklóricos puertorriqueños —en especial la bomba— alcanzan grandes escenarios y son interpretados por artistas de distintos géneros musicales. No obstante, advirtió sobre el peligro de que estas expresiones sean tratadas como una tendencia sin el debido conocimiento o respeto hacia su esencia ancestral.
“Me llena de alegría ver cómo los ritmos folklóricos puertorriqueños llegan a grandes escenarios y cómo exponentes de distintos géneros los enaltecen. También es hermoso ver a compañeros gestores interpretar y disfrutar de esos espacios. ¿Qué no me gusta? Que se utilice la bomba solo para ‘montarse en la ola’”, expresó Osorio en declaraciones escritas enviadas a Metro Puerto Rico.
La también bailadora y tallerista subrayó su preocupación ante el surgimiento de personas que, sin la trayectoria ni formación necesaria, comienzan a ofrecer clases de bomba con apenas uno o dos años de práctica.
“Si de verdad sienten esa conexión con sus raíces, edúquense. Aprendan el fundamento, la técnica, la esencia y la historia. Detrás de cada toque y cada baile hay un legado profundo”, añadió.
Osorio recordó que los gestores culturales del país llevan años trabajando por preservar la cultura y honrar el legado familiar de la bomba, una manifestación que varía según la región. Mencionó que existen alrededor de 19 ritmos, de los cuales cinco son los más utilizados: cuembé, sicá, holandés, yubá y seis corrido.
Para la fundadora del Taller Nzambi, la bomba “es mucho más que mover el cuerpo o la falda”, al destacar que el batey es un espacio sagrado de respeto, conexión y sanación para muchos practicantes.
Recientemente artistas del género urbano han integrado la bomba en sus producciones musicales, al mismo tiempo que la bomba se toca y baila en distintos puntos de la Isla.