Afila esta filosofía: el balance de nuestro propio cosmos, ante la época que nos toque y según la situación que surja, termina definiéndonos.
Por eso, para lograr una expresión artística megaexitosa en la dicotomía llamada Puerto Rico, Young Miko no saca la vista del retrovisor. A casi 100 horas de desbaratar el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelót, en San Juan, esta sabe que las herramientas que la vida le provee son las que le dan jaque mate a la presión.
“A mí me gusta sentirme contenta con el resultado final de mi trabajo, con mi música, con mis shows. Yo siempre me voy a poner presión porque quiero superarme, sentirme que evoluciono, que sigo siendo una estudiante, que crezco, todo de una manera saludable”, dice Miko a eso de las dos y cuarto de la tarde durante una entrevista con Metro, su voz oxigenada con el sosiego salitroso del oeste playero.
No es casualidad que su nuevo album se titule Do Not Disturb. En este instante, su mente fluye un dato que la periodista Perla Alessandra le dio minutos antes: desde la perspectiva cultural y espiritual china, el 2025 es el año de la serpiente, año de depuración, de creatividad, de sabiduría, de transformación, donde afloran catalíticos que purifican lo intranquilo.
“Hablando de este año, de la purificación y de la estética del álbum, yo estuve pasando por unos momentos complicados y este proyecto me ayudó mucho. Esto lo hago porque me sale del corazón. Esa siempre era la clave, pero era importante encontrar ese balance. Yo siempre me voy a poner presión porque quiero superarme y sentirme que evoluciono”, respira la artista, con la paz de la mítica cascada añasqueña del Salto de la Encantada retratada a perfección en sus serenidad.
A la entrevista acudió Young Miko, la trapera que ha roto esquemas en Latinoamérica, ha partido el ‘Choli’ con Benito y ha puesto a brincar a las huestes de Billie Eillish. Vino junto a María Victoria, la que sabe que la música y el arte ahora mismo son el principal frente de defensa para los derechos humanos en esta helada América de era Trump, la América que va desde Anchorage, Alaska, hasta Neuquén, Argentina, y donde inglés es lo menos que se habla.
Ambas llegaron con otra María Victoria, la chamaquita aquella que no vacilaba en entrarse a puños con los nenes más grandes cuando la intentaban acosar en la cancha de básquet de la urba añasqueña “de una calle na’ más, allí to’ el mundo se conoce y eramos como dos nenas na’ más”.
De la redacción del diario se apoderó una tropa de Marías Victorias, completada por la tatuadora y artista, que lo mismo pintaba algo demente que se metía al cypher de freestyle (círculo de improvisación) en aquel Añasco que también crió, en épocas distintas, a Ivy Queen y a Negro González, entre otros. Miko era Naruto, aunque en vez de clones de sombras, reproducía raperas réplicas de una rúbrica sin reparos. Oiga, por si acaso, subrayemos eso de rapera.
“Tengo un primo que se pasaba escuchando Biggie y 2Pac, los vecinos siempre estaban con Canserbero. Por ahí descubro Lauryn Hill. El álbum The Miseducation of Lauryn Hill es uno de mis favoritos, también The Score de The Fugees, y pues ella es la que me pone a jugar con esto de las barras, de ponerlas en un papel, luego ponerlas en una pista. Y entonces también descubro a Ivy Queen, a Gwen Stefani, Missy Elliott, un mejunje de mujeres icónicas que me volaban la cabeza. A mi mamá le gustaba mucho Lauryn Hill también”, acotó Young Miko, sin dejar fuera esa esquina “de papi, de los Beatles, Bob Marley, U2, The Police, AC/DC”.
Tal bagaje musical heredado o adquirido la lleva a no pensarlo dos veces a la hora de hacer canciones que pudieran pensarse fuera de su espectro musical, “como la bachata que hice con Kany”(“En esta boca”) o el tema pop que, hace un año, sacó con la joven promesa ROBI, llamado “sorry, soy bipolarrr”, sobre una cotidianidad vivida por muchos.
Su humana moraleja se refleja en distintas estelas. Young Miko atesora su entorno y sus momentos, desde aquel primer día que pintó en la patinetera y surfer barra Off the Wall, donde luego llegó a rapear, hasta su equipo de trabajo, ya una familia, la gente que quiere a su alrededor. Así será el “Choli”, una presentación para su cosmos, junto a su cosmos.
“El repertorio definitivamente se afecta dependiendo. Por ejemplo, en el concierto con Billie, pienso en gente que quizás me ve por primera vez. Aquí es distinto. Gracias a Puerto Rico pude explorar otros lugares”, acertó.
“Esta es mi gente, los primeros en verme, en escucharme, en conocerme”, suspiró, en medio de un zen que anhela que le dure pasando este fin de semana y mucho más lejos.
