Thursday, December 11, 2025
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José, el hombre


Cesar Vazquez + columnistas

La primera Navidad no fue fácil. Estamos hablando del nacimiento de Jesús, el Salvador. Por un acto caprichoso de Augusto César, José y María tuvieron que dejar su casa y su familia en Nazaret y moverse hasta Belén para cumplir con los requisitos del censo ordenado por el Emperador romano. Nazaret estaba en Galilea, al norte, y Belén estaba como a 110 km al sur cerca de Jerusalén. María estaba embarazada, el camino era subiendo y la Biblia no nos dice nada del burrito. ¿Cuán avanzado estaba el embarazo? No lo sabemos, pero probablemente lo suficiente para hacer incómodo el caminar una gran distancia. La incomodidad no solo era física. María había enfrentado el rechazo de su comunidad, por no decir de su familia. Se sospechaba que había quedado embarazada antes de consumar su matrimonio y, aunque para nosotros hoy en día nos parece común, en aquel entonces era un escándalo. Y de momento el favor de Dios pesa. Probablemente, lo peor para María era ver la duda en los ojos de José. Y ni hablar de todos los miedos e inseguridades que una mujer joven pueda tener en su primer embarazo, sobre todo alejada de su familia.

José sabía que el niño no era suyo. Lo menos que sintió al saber la noticia de que María estaba embarazada fue una gran decepción, por no decir que se sintió traicionado. ¿Qué tormenta tuvo su alma? No sabemos. ¿Se llenó de ira? Algún enojo debió tener… ¿Cuántos le creerían que un ángel le había dicho que María estaba embarazada por un acto de Dios? ¿Habrá sido real ese sueño o se habrá engañado a sí mismo? Y cómo uno maneja la vergüenza de saber que otros murmuran a tus espaldas y te menosprecian al verte pasar. Pero a pesar de todo, José amaba a María y estaba dispuesto a asumir la culpabilidad antes que permitir que María sufriera daño. La vida de esta tenía más valor que su reputación.

José, como verdadero hombre, asumió la responsabilidad por su mujer y por la criatura que llevaba en su seno. Se tragó el orgullo y dejó que el amor sacara lo mejor de sí. Solo amamos aquello por lo cual estamos dispuestos a sufrir. Y José amaba a María, la mujer, no meramente a su cuerpo. Estuvo dispuesto a acompañarla en el proceso amenazante de parir bajo condiciones poco auspiciosas como las de un corral de animales. Pudo haberla abandonado y pocos lo hubiesen condenado. Pero a pesar de todo, se quedó a su lado, no meramente como espectador, sino como un participante activo. Y vio a los pastores llegar en medio de la noche hablando de visión de ángeles. Y pudo contemplar, sorprendido, a los visitantes de oriente que trajeron sus regalos dirigidos por una estrella. Pero lo más importante fue proveer, proteger y ver crecer al niño. Lo más importante fue sentir el cariño del niño acurrucado en su seno. Valió la pena todo el sacrificio.

¡Feliz Navidad!

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