En momentos en que Puerto Rico busca redefinir su rumbo económico tras años de contracción, pérdida de población y una profunda crisis fiscal, cumplir con las condiciones necesarias para regresar a los mercados de capital no es simplemente un hito financiero: es un pilar estratégico para reconstruir la confianza, atraer inversión y posicionar a la isla en el lugar que merece dentro de la economía global.
A menudo, se presenta este tema como un tecnicismo reservado para economistas o para la Junta de Supervisión Fiscal. Pero regresar a los mercados —y hacerlo en condiciones favorables— es una decisión que impacta directamente la vida diaria de cada puertorriqueño. Es la diferencia entre una economía estancada y una economía capaz de financiar infraestructura, modernizar servicios esenciales, impulsar el desarrollo empresarial y competir por industrias de alto valor añadido.
Los mercados de capital funcionan sobre un principio sencillo: confianza. Puerto Rico perdió ese privilegio cuando dejó de ser un prestatario confiable, cargado de déficits estructurales, deuda insostenible y estados financieros tardíos. Hoy, reconstruir esa credibilidad exige disciplina fiscal real, presupuestos balanceados de manera sostenida, transparencia fiscal y un compromiso político estable con la responsabilidad fiscal.
No se trata únicamente de cumplir con la Junta o de satisfacer métricas contables; se trata de enviar un mensaje inequívoco a los inversionistas globales: Puerto Rico aprendió de su crisis y es capaz de manejar sus finanzas con seriedad y previsión.
Ese retorno de confianza no solo reduce los costos de financiamiento del gobierno, sino que también reduce el riesgo percibido para el sector privado, lo que tiene un impacto multiplicador en toda la economía.
Ninguna sociedad moderna puede sostener crecimiento económico sin acceso confiable a financiamiento. Carreteras, puertos, aeropuertos, energía, agua, telecomunicaciones, vivienda: todo requiere inversión seria.
Si Puerto Rico permanece fuera de los mercados o regresa en condiciones desfavorables, la isla se vería obligada a depender de fondos federales —inciertos y altamente politizados— o a posponer proyectos esenciales.
Regresar a los mercados con condiciones justas significa que Puerto Rico puede financiar proyectos de infraestructura que atraen industrias y generan empleos bien remunerados. Y dado que el capital privado evalúa el riesgo soberano del país o territorio donde invierte, la credibilidad fiscal del gobierno es una señal directa de estabilidad económica.
Un Puerto Rico fiscalmente estable envía un mensaje poderoso; es un lugar donde las inversiones son seguras, donde las reglas del juego son claras y donde el entorno económico es predecible.
Esto cobra especial relevancia en un contexto global donde Estados Unidos —bajo una administración que impulse políticas de reshoring— necesitará espacios confiables para relocalizar industrias estratégicas, como la farmacéutica, la biotecnología y la manufactura avanzada.
Puerto Rico tiene ventajas incomparables:
- Jurisdicción estadounidense con protección legal federal
- Mano de obra altamente capacitada
- Infraestructura industrial ya existente
- Conocimiento operacional acumulado tras décadas de presencia farmacéutica
Pero esas ventajas no bastan si el país no demuestra estabilidad fiscal. Ninguna empresa multinacional apostará miles de millones en un lugar donde la incertidumbre fiscal es un riesgo operacional.
Con una administración federal interesada en fortalecer la cadena de suministro doméstica y devolver empleos manufactureros a suelo estadounidense, Puerto Rico está ante una oportunidad histórica. Pero solo podrá aprovecharla si muestra solvencia, estabilidad y visión estratégica.
Cumplir con las condiciones para regresar a los mercados de capital representa más que un objetivo técnico: simboliza la madurez de un país que decide dejar atrás ciclos de improvisación fiscal y caminar hacia un futuro más competitivo.
Para Puerto Rico, este paso es esencial para crear un ambiente fértil para la inversión y la innovación, impulsar industrias de alto valor como la farmacéutica, aeroespacial y tecnológica, garantizar infraestructura moderna que soporte el crecimiento económico y restaurar la confianza de ciudadanos y empresas en las instituciones públicas.
En última instancia, regresar a los mercados —con credibilidad y reglas claras— es un acto de soberanía económica: la capacidad de diseñar nuestro futuro, financiar nuestro progreso y competir en igualdad de condiciones.
Puerto Rico merece una economía vibrante y moderna. Cumplir con las condiciones para acceder nuevamente a los mercados de capital es una de las decisiones más importantes para lograrlo. Y es un paso que no podemos postergar.