


Hay algo profundamente reconfortante en las películas navideñas. Nos recuerdan que, aun en medio del estrés de fin de año, las listas interminables de pendientes y la incertidumbre que muchas veces acompaña diciembre, todavía es posible volver a creer. Creer en la magia, en los pequeños gestos y en esas historias que hablan directo al corazón. Milagro en la calle 34 (1994) es justo ese tipo de película: una que no grita, no corre y no pretende sorprender con giros exagerados, sino que avanza con calma para recordarnos por qué la ilusión sigue siendo necesaria.
Este remake del clásico de 1947, producido y escrito por John Hughes, traslada la historia al Nueva York de los años noventa sin perder su esencia. Aquí, la Navidad no es solo un decorado lleno de luces y vitrinas, sino un estado emocional que se construye escena a escena.
Una historia sobre creer cuando todo invita a dudar

La trama gira en torno a Kris Kringle (Richard Attenborough), un hombre mayor contratado como Santa Claus para una prestigiosa tienda departamental. El problema es que Kris afirma ser el verdadero Santa. Dorey Walker (Elizabeth Perkins), una madre soltera práctica y racional, no tiene tiempo para fantasías, y ha criado a su hija Susan (Mara Wilson) bajo la misma lógica: nada de cuentos, nada de ilusiones sin pruebas.
Todo se complica cuando Kris es acusado injustamente y llevado a juicio. Lo que parece un simple caso legal se convierte en algo mucho más grande: un debate público sobre la fe, la esperanza y la necesidad humana de creer en algo más allá de lo comprobable.
El corazón de la película está en sus personajes

Gran parte del encanto de Milagro en la calle 34 reside en su elenco. Richard Attenborough construye a un Santa Claus cálido, sereno y profundamente humano, lejos de la caricatura.
Pero quien realmente ancla la historia emocionalmente es Mara Wilson como Susan Walker. Su interpretación destaca por ser inteligente, contenida y honesta. Susan no es la típica niña ingenua: duda, cuestiona y observa. Esa incredulidad hace que su transformación resulte aún más poderosa.
Un clásico moderno que sigue vigente
A diferencia del filme original en blanco y negro, esta versión ofrece una estética noventera acogedora, con decoraciones vibrantes, música emotiva y un villano corporativo más definido que refuerza el contraste entre cinismo y bondad.
Es una de esas películas que se niegan a envejecer porque su corazón sigue latiendo al ritmo de una verdad universal: creer también es un acto de valentía. En medio de un mundo que premia el cinismo y la lógica implacable, la historia nos recuerda que la fe no es una debilidad, sino una forma de resistencia emocional. Su vigencia no radica solo en la nostalgia navideña, sino en su capacidad de reconectar con esa parte de nosotros que el paso del tiempo y las responsabilidades han ido silenciando. Por eso, más que un clásico, es una joya que merece ser revisitada cada vez que la ilusión parece extraviarse.
Puedes ver Milagro en la calle 34 en Disney+, la plataforma donde está disponible en México, España y el resto de Latinoamérica.
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