Thursday, January 16, 2025
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Saldo de la elección

Debido a que son contiendas de todo o nada, las elecciones estadounidenses se prestan a la sobreinterpretación.

En 1988, el vicepresidente republicano George H.W. Bush derrotó al gobernador de Massachusetts Michael Dukakis, ganando más de 400 votos electorales, una marca que parecía rutinaria en ese momento, pero que ningún candidato presidencial de ninguno de los dos partidos la ha alcanzado desde entonces. La elección marcó la tercera victoria consecutiva para los republicanos. Los analistas declararon que el Partido Republicano tenía asegurado el colegio electoral. Sin embargo, Bill Clinton probó que se equivocaban solo cuatro años después.

En 2004, el hijo de Bush, el presidente George W. Bush, ganó la reelección. Su victoria electoral fue mucho más apretada que la de su padre, pero la coalición que armó parecía sólida. Sus partidarios, y algunos analistas no partidistas, afirmaron que el Partido Republicano había logrado una mayoría estable a largo plazo. Esa supuesta mayoría apenas duró dos años. Los demócratas recuperaron la Cámara de Representantes en las elecciones intermedias de 2006, y, en 2008, el entonces senador Barack Obama destrozó la idea de un dominio republicano a largo plazo.

Con la victoria de Obama, fue el turno de los demócratas de declarar que una mayoría a largo plazo estaba a su alcance, cortesía de las tendencias demográficas que harían que el electorado estadounidense fuera menos blanco, más educado en la universidad y más liberal. Las tendencias demográficas procedieron como se preveía; las consecuencias políticas, no tanto.

Las elecciones de este año trajeron cambios sorprendentes en el electorado:

El presidente electo Donald Trump ganó una proporción notablemente mayor de votantes latinos que la norma republicana: entre 43% y 46%, según encuestas realizadas a boca de urna para las principales cadenas de televisión. Trump logró avances especialmente significativos entre los jóvenes latinos y negros, mostraron dichas encuestas.

El Partido Republicano ganó casi la mitad, el 47%, de los votantes menores de 45 años, frente al 40% de hace cuatro años, según reflejó el sondeo de AP.

Trump también ganó por un estrecho margen entre los votantes con ingresos familiares de menos de 50,000 dólares al año, revirtiendo una ventaja demócrata de muchos años.

Esas cifras describen un gran cambio hacia el Partido Republicano, lo suficiente como para que algunos analistas conservadores proclamen un realineamiento de la política estadounidense y justifiquen mucha introspección entre los demócratas.

Algunos otros hechos no encajan tan bien en la narrativa prevaleciente:

Por primera vez en más de un siglo, hemos tenido tres elecciones seguidas en las que el control de la Casa Blanca cambió de partido.

El margen final de Trump en el voto popular nacional terminará en alrededor de 1.6 puntos porcentuales, lo que convierte a esta elección en la más reñida desde 2000 y una de las cuatro más reñidas en los últimos 100 años.

Después de gastar cientos de millones de dólares en las campañas de los candidatos a la Cámara de Representantes, el control de dicho cuerpo está terminando casi exactamente donde comenzó, una división de 221-214.

Alrededor de tres de cada cuatro votantes dijeron en la encuesta preelectoral final de NBC News que siguen de cerca la política. Kamala Harris estaba ganando entre esos votantes comprometidos por cinco puntos, según la encuesta. Trump ganaba por 14 puntos entre uno de cada cuatro votantes que dijeron que en su mayoría no prestan mucha atención a la política, un grupo que, no por casualidad, es más joven y menos blanco que el grupo más comprometido.

El primero de esos hallazgos subraya la volatilidad de esta era política. Los dos siguientes deberían inspirar cautela a la hora de declarar un cambio radical.

El último hallazgo destaca la capacidad de Trump para inspirar a una gran participación de personas que solo ocasionalmente emiten su voto. También, señala por qué los demócratas han tenido una ventaja en las recientes elecciones especiales de baja participación y pueden tener un impulso de cara a las elecciones de mitad de término de 2026.

Si bien esos cambios son claros, al menos en términos generales, aún se desconoce mucho de cuál será su impacto a largo plazo. Los resultados de las elecciones de 2020 y 2024 sugieren que el país está cada vez menos polarizado por la raza, por ejemplo, lo que es casi seguro algo bueno. Pero también sugieren una mayor polarización en torno a la educación y la religión.

¿Cómo cada una de esas tendencias está reconfigurando el electorado estadounidense? ¿Quién, exactamente, cambió en 2024 y qué impulsó esos cambios? Estas y muchas otras preguntas quedan pendientes para el análisis de los que nos dedicamos a comentar sobre temas de política. Con el transcurso del cuatrienio llegarán las respuestas.

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