En la política, como en la vida, a veces hace falta borrón y cuenta nueva. No se trata de negar lo ocurrido, sino de reconocer los errores y aprender. A menos de 150 días de iniciada la administración de Jenniffer González, hay señales claras de que es momento de detenerse, evaluar y reiniciar. Y todo comienza por lo más esencial: el equipo.
Esas señales han sido evidentes principalmente en el caos de los nombramientos. El ejemplo más reciente se dio esta semana cuando tuvo que retirar el nombramiento de su segundo nominado a secretario de Estado. Pero hay un ángulo más profundo: la evidente ausencia de un equipo efectivo alrededor de la gobernadora.
En menos de 150 días de gobierno, los errores se repiten y se agravan. El fracaso de los nombramientos de Verónica Ferraiuoli y Arthur Garffer no se trató siquiera de sus credenciales profesionales, sino de un pobre manejo del proceso de background check que les hubiese permitido prepararse mejor o, simplemente, buscar otras alternativas. En ambos casos, hay que preguntarse: ¿quién verificó los posibles escollos? ¿Alguien leyó la Constitución? En ambos casos, se trató de omisiones graves.
En el caso de Janet Parra, exnominada al Departamento de Justicia, se hizo todo lo que no se debía hacer y no se hizo nada de lo que había que hacer. De ese episodio lo que recuerda la opinión pública es la mentira, en plena conferencia de prensa, sobre una grabación revelada que involucraba a la entonces nominada. En todos los casos, el manejo político y público fue confuso y desorganizado.
En cada uno de estos episodios, hay un patrón: una gobernadora que aparenta no contar con un equipo que cuide los detalles más básicos de su gestión.
La política es estrategia, pero también ejecución. Nombrar funcionarios, preparar mensajes efectivos, anticipar y, cuando eso no es posible, manejar crisis; eso requiere estructura, experiencia y visión. Hoy, el resultado de estos cinco meses es una percepción generalizada de desorden y un gobierno sin rumbo claro.
El país enfrenta muchos retos, pero la gobernadora tiene que añadir a esa lista un reto más: evaluar su equipo y tomar medidas urgentes para poner orden al desorden y comunicarle al país hacia dónde nos movemos.
Demostrado está que, para ganar una elección, con narrativas simpáticas, canciones pegajosas, campañas de miedo y dos o tres caballitos de troya en los partidos de oposición fue suficiente. Pero para gobernar, el juego es otro. Si el equipo que la rodea no da el grado, no hay otra alternativa que comenzar de nuevo. Borrón y cuenta nueva.