Hace algunas semanas un reconocido pastor evangélico dijo en un programa televisivo que él era una “pastor de ley y orden”. La afirmación se dio en una discusión de cuál debe ser la posición del pastorado ante los secuestros y las violaciones a los derechos constitucionales y humanos por parte de ICE a personas que viven en medio nosotros y cuyo estatus migratorio no es regular.
La afirmación del pastor me recordó de inmediato el texto de Juan 10.11 donde Jesús dice “el buen pastor su vida da por las ovejas”. Jesús claramente llama a la pastoral a dar su vida por sus ovejas siguiendo su ejemplo. Quien no está dispuesto entregar su vida por sus ovejas no es digno del ministerio pastoral. En este tiempo dar nuestra vida por nuestras ovejas es proteger, auxiliar y apoyar a quienes son víctimas de la persecución, el discrimen, la injusticia y la exclusión.
También me recordó la Carta desde la Cárcel que el Reverendo Martin Luther King, Jr. escribió en el año 1963 cuando fue encarcelado en la ciudad de Birmingham, Alabama por desobedecer la prohibición de una corte federal de marchar. Esta es la respuesta a una carta pública de un grupo de líderes religiosos de la ciudad criticando sus acciones.
King les señala que “la injusticia en cualquier parte que se cometa constituye una amenaza a la justicia en todas partes… cualquier cosa que afecte a uno de nosotros directamente, nos afecta a todos indirectamente”. El fundamento de la pastoral es la solidaridad a todos y a todas que sufren. Afirmar que la pastoral es de ley y orden es negar el acto de la encarnación que encontramos en Filipenses 2 y rechazar la recomendación de Jesús en Juan 10.11.
Las políticas migratorias establecidas por el régimen de Trump están claramente basadas en el racismo (piel no blanca), la xenofobia (no anglosajón) y la aporofobia (no ricos). Lo mismo debemos decir sobre las políticas homofóbicas que atacan las comunidades lgbttq+, trans y no binarias. Políticas que lo que buscan es invisibilizar dichas comunidades y debilitar hasta eliminar los derechos ganados.
Estas políticas violan claramente los fundamentos de la fe cristiana: amor, perdón, solidaridad, justicia e inclusión Por esa razón estas políticas merecen un rechazo contundente por parte de la iglesia y la solidaridad de la pastoral a los sectores afectados.
Ante esta situación nos dice King “se tiene la responsabilidad moral además de legal en lo que hace el acatar las normas justas; y, la responsabilidad moral de desobedecer normas injustas”. Citando a Tomás de Aquino afirma que “toda norma que enaltece la personalidad humana es justa. Y toda norma que degrade la personalidad humana es injusta.”
Es claro y evidente que el secuestro de hermanos y hermanas con estatus no regularizado violentando todos sus derechos civiles y enviándoles a campos de concentración violenta y degrada la vida y la personalidad humana. De igual manera, podemos decir sobre las leyes y los decretos presidenciales que buscan desvalorar y negar la existencia y la presencia de hermanos y hermanas con diversidad de género en nuestra sociedad.
Leyes como la Ley 14 del 2025 y las leyes y decretos confirmados por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos que justifican las políticas migratorias racistas, xenofóbicas y homofóbicas deben ser rechazadas y desobedecidas. Ante leyes como estás el Reverendo King dijo “resulta más desconcertante la aceptación tibia que el rechazo sin matices”.
Jesús fue un desobediente civil, un extremista del amor. Violentó las leyes que oprimían a los más débiles y a los excluidos y excluidas de la sociedad. Siempre opto por la solidaridad, la justicia, la misericordia y la inclusión. King afirma que “el problema no estriba en saber si hemos extremistas, sino en la clase de extremistas que queremos ser. ¿Llevaremos nuestro extremismo al servicio de la conservación de la injusticia o de la difusión de la justicia?” Esa es la pregunta con la que nos confrontamos hoy: ¿somos pastores de la injusticia o pastores de la justicia?
King dice sobre la iglesia que “… es a menudo una voz débil y sin timbre, de sonido incierto. Es que a menudo es defensora a todo trance del estatus quo… sí la iglesia de hoy no recobra el espíritu de sacrificio de la iglesia primitiva, perderá su autenticidad, echará a perder la lealtad de millones de personas, y acabará desacreditada como si se tratara de algún club social irrelevante, desprovisto de sentido para el siglo XX”. Estas palabras resuenan con fuerza hoy. ¿Qué iglesia deseamos ser? ¿La iglesia de ley y orden o la iglesia de la solidaridad, la justicia y la misericordia? Recobremos nuestra autenticidad y afirmemos nuestro llamado pastoral.