Monday, July 28, 2025
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El flamboyán florece en el Choliseo: crónica del espectáculo de Bad Bunny

En Puerto Rico, el verano florece en naranja y amarillo. El flamboyán, ese árbol desbordado de color, marca el tiempo cálido del país y se convierte, año tras año, en emblema de identidad. No es casualidad que aparezca en el monte escenográfico de “No me quiero ir de aquí”, la residencia de Bad Bunny en el Coliseo de Puerto Rico.

Como ha observado la periodista y escritora puertorriqueña Ana Teresa Toro, el flamboyán carga con el imaginario de lo que somos: un símbolo vivo del verano boricua. Desde ahí, sobre un cerro que evoca la campiña —que bien pudiera ser de Orocovis, Corozal, Morovis, Jayuya, Cidra, Comerío o Ciales—, el artista articula un espectáculo glocal que alterna entre la nostalgia y la resistencia cultural.

El monte no solo tiene el flamboyán. También asoman matas de plátano y guineo, matojos, lomas, guindas y llanos. Es paisaje y metáfora. Benito se presenta como un jíbaro anacrónico, con tenis Adidas y bling urbano, en una coreografía que mezcla lo campesino con lo cosmopolita. La bomba, la plena, la salsa, el reguetón y la música jíbara desfilan durante poco más de tres horas de concierto como capas identitarias. Así, Bad Bunny transforma el Coliseo en un “museo vivo del exceso”, como lo llama el académico puertorriqueño —estudioso de procesos de significación— Eliseo Colón Zayas: un archivo emocional y simbólico, saturado de signos en cortocircuito.

La noche arranca con “Alambre Púa”, una canción inédita, y recorre temas como “El Apagón”, “Turista” y “Ni bien ni mal”, interpretadas bajo la sombra escenográfica del flamboyán en una de las esquinas del monte puertorriqueño transformado en escenario.

El paisaje montañoso se interrumpe por una gigantesca valla publicitaria, que sirve como pantalla y escenario a la vez, desde donde Benito interpreta “Weltita” con la banda Chuwi. Precisamente nos recuerda los paseos por Puerto Rico en los que de kilómetro en kilómetro una valla publicitaria se interpone a nuestra vista.

Luego en una casita típica como escenografía —sea de finca, parcela o barriada—, Benito celebra un party de reguetón. Anoche la “la montó” junto a su muchas veces productor, Tainy, y Tito El Bambino. “Esta noche yo les traje a uno de los originales, de los OG”, dijo antes de interpretar “EoO” con Tito. La emoción explotó cuando el “Patrón” revivió sus clásicos.

El espectáculo se hilvana de segmento en segmento con piezas cinematográficas que ubican a Jacobo Morales y el personaje del sapo concho en un frío escenario invernal ajeno y distante al calor o calentón de Puerto Rico. Hay elementos de nostalgia, emoción, pero sobretodo de lucha identitaria por permanecer.

A través de la narrativa del espectáculo, Bad Bunny establece inequívocamente que el regetón nacido en Puerto Rico para el mundo, es parte de esos ritmos que nos identifican como pueblo y que se ha constituido como bandera de la puertorriqueñidad junto con la bomba, la plena, la música jíbara y la salsa.

Nos recuerda que uno de nuestros más grandes valores no materiales es nuestra gente que se extiende más allá del archipiélago, que somos un solo pueblo esparcido en distintas tierras. “Hoy estamos cerrando el tercer fin de semana de este proyecto: ‘No me quiero ir de aquí’. Gracias por el cariño, el amor y la experiencia. Gracias por todo el amor a ‘Debí tirar más fotos’, un proyecto que hice con el corazón y para todos ustedes, para los puertorriqueños y puertorriqueñas aquí y en el mundo entero. Gracias por la musa”, dijo en uno de los momentos más emotivos del concierto.

Como parte de la secuencia en que distintos artistas invitados han interpretado la canción “Lo que le pasó a Hawaii”, anoche le tocó a Farruko. Su interpretación cargó con un tono solemne que contrastó con el jolgorio previo. Al terminar, lanzó una frase que retumbó entre aplausos y reflexión: “Que Dios te bendiga, Puerto Rico. No dejes tu tierra en manos de nadie”.

El segmento final es el de la salsa con la orquesta Los Sobrinos, acompañados en el coro por Los Pleneros de la Cresta. El artista vuelve a transportarnos en el tiempo con su vestimenta típica de los salseros de los 70. De hecho, inicia el set con un homenaje a las grandes figuras de la salsa de Puerto Rico para el mundo.

El espectáculo culmina con “Callaíta”, “Debí tirar más fotos” y “La Mudanza”.

Estas primeras nueve funciones —vendidas exclusivamente para residentes del país— marcan el inicio de una residencia de 30 fechas. A partir del próximo fin de semana, miles de visitantes llegarán para presenciar el fenómeno. Porque Bad Bunny no solo canta: invoca y representa. Lo hace con la certeza de que somos más que un territorio, porque la casa —como insinúa el relato escénico— va más allá del espacio físico: es memoria, es raíz, es comunidad.



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