La Pecera, escrita y dirigida por Glorimar Marrero Sánchez, narra la historia de Noelia, una joven viequense enferma de cáncer. La película puertorriqueña nominada a los premios Goya, ofrece un retrato crudo de la realidad de la isla de Vieques y su vínculo con el colonialismo y la Marina de Guerra de los Estados Unidos (en adelante “la marina”). En una escena, la mamá de Noelia, interpretada por Magali Carrasquillo, le dice: “La semana pasada encontramos varios artefactos.” La madre se refiere a los hallazgos de bombas y material explosivo de la marina en territorio viequense. Noelia, interpretada por Isel Rodríguez, riposta: “¿Eso tú le llamas a las bombas? Los americanos estuvieron sesenta años bombardeando esta isla completa. Ellos se supone que limpien su propio reguero, no mi mamá.”
Hablar y escribir sobre el colonialismo no es una tarea feliz. Recuerdo que, al finalizar La Pecera, la sala de cine quedó completamente a oscuras; se oían sollozos. Por unos minutos, nadie se movió. Fue como si necesitáramos unos momentos para procesar que lo que vimos en pantalla es la realidad puertorriqueña: un país sometido al dominio y control de Estados Unidos.
El colonialismo no es un mero discurso académico sin impacto cotidiano. Tampoco se reduce a debates simplistas sobre “estatus” político. El colonialismo, como estructura social, organiza cómo pensamos, actuamos, emprendemos, consumimos, viajamos, entendemos nuestra sexualidad, votamos, etc. Es una red de mecanismos tangibles que afectan la vida diaria de las personas puertorriqueñas. No es un slogan de campaña, sino todo un aparato poderoso y activo, que encarna y da sentido a lo que Tito Auger llamó “la estupidez isleña de sentirse en menosprecio por ser de aquí.”
Una de las más recientes manifestaciones del colonialismo en la isla es el retorno de la marina a nuestras costas. Causa escalofríos constatar el olvido y la ignorancia colectiva que prevalece en quienes apoyan estas acciones. Recordemos que en 1999 una bomba lanzada por la marina mató al guardia de seguridad David Sanes Rodríguez en Vieques. Ese evento desencadenó manifestaciones masivas reseñadas en todo el mundo, que culminaron, años después, en la salida de la marina de la Isla Nena en 2003. Más de veinte años después, Estados Unidos vuelve a nuestras costas a ensayar la guerra. ¿Por qué vienen aquí? La respuesta es simple: porque “pueden.” Porque, como escribió el historiador Jorell Meléndez-Badillo “en 1898… Puerto Rico se convirtió en una posesión colonial del naciente imperio estadounidense.”
Algunas personas minimizan el asunto alegando que se trata de ejercicios logísticos. Pero, que sean ejercicios logísticos no garantiza seguridad ni minimiza el daño ambiental. De hecho, más de veinte años después, Vieques todavía sufre las secuelas ambientales de las prácticas militares en sus playas y tierras. Otras personas afirman que la misma marina que contaminó las costas en Vieques y cuya bomba mató a David Sanes Rodríguez está aquí para protegernos. Parecen hacer eco de la proclama del general Miles en su invasión a la isla en 1898 donde declaraba que no venía a hacer la guerra sino a proteger, prosperar y traer bendición a los habitantes de Puerto Rico. Hay también quienes celebran que la isla sea escenario de práctica para posibles invasiones a otros países. Estados Unidos invadió Puerto Rico en 1898. Más de cien años después utilizan la isla que invadieron para organizar invasiones a otros países. La ironía es palpable.
Los ensayos de guerra de la marina en la isla nos recuerdan que el poder colonial permanece. El retorno de la marina es una afrenta y burla grotesca a un país que padeció los ejercicios navales que contaminaron y dañaron hogares, cuerpos y familias; y que continúa sufriendo los remanentes del abuso de sus costas. La marina es la encarnación misma del colonialismo. Es una muestra palpable de que Puerto Rico vive a la merced de un país que impone su fuerza cuando y como lo desea. Es el despliegue de un poder militar que recuerda constantemente quién manda y quién obedece. Con todo esto, y luego de más de cien años bajo el colonialismo estadounidense, hay quienes quieren permanecer bajo dominio colonial o convertirse en el país que lleva más de un siglo explotando y expropiando la isla.
En una entrevista en España, Isel Rodríguez afirmó que el cuerpo enfermo de cáncer de Noelia representaba, para ella, a la isla de Puerto Rico. Una isla que por siglos ha estado infectada con un virus colonial que poco a poco devora todo a su paso. Una isla que lucha por sobrevivir con esta enfermedad persistente que afecta cada aspecto de su ser. Lo verdaderamente triste es que haya quienes todavía celebren esa enfermedad o la minimicen como si fuera algo insignificante.