Thursday, October 16, 2025
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“Jamás pensé que me iba a tocar”: cuando el cáncer de seno llega a temprana edad

Cuando Neysh Marie Rivera París notó una pequeña masa en su seno izquierdo, tenía apenas 26 años. Trabajaba, vivía con sus padres y llevaba una vida tranquila.

“Me diagnosticaron a los 26 años. Yo vivía con mis padres todavía, y me encontraba trabajando […] Soy bien familiar y fui a contarle a mi abuela. Ella me decía: ‘Quizás estás ovulando’, pero yo le dije: ‘No, esto es extraño”, relató.

Aquella “masita rara”, como la describió, creció de un día para otro. Alarmada, acudió al ginecólogo, quien ordenó una sonomamografía inmediata.

“Cuando me hicieron la sonomamografía, salió sospechosa”, recordó. Poco después, la biopsia confirmó lo impensable para su edad: “Efectivamente la biopsia salió positiva. Tenía un carcinoma de 4 centímetros, en grado 2”.

El anuncio la estremeció. “Fue un golpe bien fuerte, fue bien difícil porque yo, con 26 años, jamás pensé que me iba a tocar una experiencia así”, expresó.

El tumor avanzaba con rapidez y los médicos insistieron en actuar sin demora. Tras múltiples evaluaciones, concluyeron que la mejor alternativa era una mastectomía bilateral, es decir, remover ambos senos.

“Me dijeron que el tumor estaba cerca del pezón y estaba creciendo bien rápido […] Así que decidieron hacerme una mastectomía bilateral. Entonces, me saqué los dos. Aunque el derecho estaba sano, gracias a Dios, pero yo decidí sacarme los dos porque había tendencia de que se corriera al otro”, contó.

Rivera París recordó que la atención médica fue intensa y coordinada. “Se me abrieron las puertas bien rápido, con muchos médicos… A veces, veía dos médicos en un día”.

Hoy, con 28 años y en remisión completa tras cuatro ciclos de quimioterapia, confiesa que lo más agotador no fue el tratamiento, sino los trámites.

“Fue bien difícil […] en cuestión de los planes médicos, de que no cumplo con el criterio, te falta información, justificación… cuando la misma biopsia hablaba. Suerte que me contactaron con la Sociedad Americana del Cáncer y me pudieron ayudar a agilizar el proceso”, dijo.

Aunque los estudios genéticos resultaron negativos, nunca se logró determinar el origen del cáncer. Admitió que antes del diagnóstico no practicaba autoexámenes con frecuencia.

A los 32 años, Carla Brignoni Sánchez recibió una llamada que cambió su vida. Era la asistente del radiólogo, pidiéndole que pasara “ese mismo día” por la oficina.

“Yo sabía que no había una noticia alentadora, que algo estaba pasando”, recordó. Decidió no ir sola y llamó a su cuñada, “la más fuerte de la familia”, para que la acompañara.

El médico fue directo: tenía cáncer de seno.

“A mí se me detuvo todo por unos segundos. Recuerdo que el corazón se me aceleró y entré en una ola de miedo, de confusión, que me invadió, y lo primero que pensé fue en mi hija”, narró. La niña tenía apenas 5 años.

“Obviamente, cuando recibes un diagnóstico de cáncer de seno uno piensa que ya la vida se acabó”, confesó.

Brignoni Sánchez ya conocía de cerca la enfermedad: su madre había muerto de cáncer cuando ella tenía 12 años. Por eso, era rigurosa con sus chequeos.

“Mi mamá falleció de cáncer, así que yo siempre he sido sumamente responsable con mis citas anuales de ginecólogos y más”, dijo. En octubre de 2022, todos sus exámenes estaban normales. Pero dos meses después, notó una masa en su seno izquierdo.

“Una noche, ya lista para acostarme a dormir, me dio con palparme y me sentí una masita y recuerdo haber dicho que eso no era normal”, narró.

Aunque su ginecólogo pensó que era un quiste, esta insistió: “Me dijo: ‘Me parece que lo que tienes es un quiste, tú tienes 32 años, pero como quiera te voy a mandar hacer la mamografía y la sonomamografía”.

El resultado llegó al día siguiente, víspera de Reyes, y confirmó sus temores. Para el 24 de enero de 2023, tenía diagnóstico confirmado.

El golpe emocional fue devastador, pero también la impulsó a actuar.

“A pesar de que el camino iba a ser duro, tenía que ser fuerte, tenía que tener coraje, amor propio y algo de esperanza”, expresó.

Su cáncer avanzó rápido: los estudios mostraron nódulos en la axila y un punto en la clavícula, lo que lo colocó en etapa tres.

“Tomé 16 sesiones de quimioterapia […] Luego, decidí de manera preventiva hacerme una mastectomía bilateral y después de eso cogí 28 radioterapias […] El diagnóstico no solo me transformó, también me enseñó a vivir la vida con propósito, con empatía y con esperanza”, afirmó.

A sus 34 años, está en remisión, aunque continúa con quimioterapia oral y seguimiento médico cada tres meses.

“Estoy tomándome una quimioterapia oral en pastillas y otros tratamientos que son mensuales, otros son diarios, pero todo de forma preventiva”, explicó.

También enfrentó los obstáculos del sistema.

“Cuando me hospitalizaron, yo trabajaba para una aseguradora médica […] Gracias a eso tuve la bendición de que las aprobaciones se agilizaban. Pero luego, nos cambiaron el plan y, sí, te tengo que decir que el proceso es un poco tedioso”, reconoció.

Más de una vez, llegó preparada para recibir tratamiento, solo para descubrir que el medicamento no había sido autorizado.

“A veces, tú llegas al médico a tomar tu quimioterapia y no habían entregado el medicamento porque el plan médico no había aprobado… te tienes que ir a tu casa a esperar una semana más mientras el cáncer sigue avanzando”, lamentó.

Por su parte, Yesenia Mercado Torres tenía 34 años cuando notó una masa en su seno. Criaba sola a sus dos hijos, de 12 y 6 años, y no tenía antecedentes familiares.

“Me hice el autoexamen y sentí una masita, como una bolita que la podía agarrar”, relató.

“El médico vio mi cara de preocupación y me dijo: ‘voy a hacerte la mamografía’. Y, para justificarla, puso que tenía algún familiar, lo cual no era cierto, pero lo hizo para que aprobaran la prueba”, contó entre risas.

La biopsia confirmó el diagnóstico de cáncer de seno.

“En ese momento, lo que pensé fue en que me quería curar, quería vivir para mis hijos y verlos crecer”, expresó.

Los estudios revelaron que la mitad del seno afectado estaba comprometido. Consultó varias opiniones antes de decidirse por la mastectomía bilateral.

“Decidí seguir el camino del cual me habló la primera doctora […] Busqué otra opinión porque pues ella me decía una cosa, pero yo quería estar bien segura de lo que iba a hacer”, explicó.

La rapidez fue su mayor aliada. “Yo quería correr, hacer todo esto rápido, quiero salir de esto, quiero vivir […] Viví rápido, lloré unos instantes, pero me limpié rapidito, y yo dije: ¿Qué es lo que tenemos que hacer?”, recordó. “No sabía lo que me iba a esperar, pero quería vivir y seguir las recomendaciones de los médicos. No busqué información en Internet, nada de eso”, añadió.

Completó seis ciclos de quimioterapia y un tratamiento hormonal de diez años. Hoy, 11 años después, está en remisión.

“En cuestión de aprobarme los estudios, todo eso fue bastante rápido. Una que otra vez se me hizo un poquito cuesta arriba, pero tenía una manejadora de casos que me ayudaba directamente”, relató.

Recibió apoyo de la Sociedad Americana del Cáncer, el Instituto de Cáncer Cáritas y la Fundación Susan G. Komen Puerto Rico. “Me pagaron agua, luz, y también recibí para gastos de transportación”, recordó agradecida.

A sus 46 años, reflexiona con serenidad: “Fue algo que me hizo valorar la vida y entender que cada día cuenta”.



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