Evaliz Rodríguez Quiñones llegó a Casa Protegida Julia de Burgos hace cinco años sin imaginar que el trabajo clínico sería también un acto de acompañamiento emocional. Paramédica de profesión y luego graduada de enfermería, es hoy la única enfermera de los albergues Metro y Sur de la organización, a cargo del cernimiento de salud de cientos de mujeres y menores cada año que buscan refugio tras vivir abuso físico, psicológico o sexual.
Entre julio de 2024 y junio de 2025, la organización atendió a 130 mujeres y menores en sus albergues, 160 en el programa no residencial, 59 en programas de vivienda transitoria y permanente y 60 menores en el programa especializado de niñez. A todas las personas que acuden a los programas del albergue, Rodríguez Quiñones es la primera en recibirlas.
La evaluación inicial consiste en un cernimiento físico para detectar heridas visibles y condiciones médicas no atendidas. En un formulario, cada participante señala, en un diagrama corporal, dónde fue agredida y especifica condiciones preexistentes como diabetes e hipotiroidismo, además de los medicamentos que usa.
“Muchas veces, ellas llegan con sus medicamentos de mantenimiento y, muchas veces, no llegan con nada, con las condiciones bien exacerbadas o bien fuera de control, ya sea porque o no han tenido acceso a su medicación o su agresor se quedó con ella o se las controla o no le permite el recogido o no le permite las visitas a un médico”, explicó Rodríguez Quiñones. En esos casos, coordina acceso a receta y citas médicas.
Luego del cernimiento físico, realiza una entrevista inicial para identificar riesgos y necesidades de salud. “No todas hablan al momento. Muchas veces, no sabemos [qué sucedió]. Se van de aquí y no conocemos la historia completa, porque van filtrando poco a poco”, señaló. Por eso, insiste, “es bien importante la observación”.
Relató que, en casos, las participantes no identifican condiciones durante la entrevista, pero al recibir servicios preventivos en centros de salud aliados —mamografías, citologías, pruebas de enfermedades de transmisión sexual— se detectan situaciones no diagnosticadas. Esto incluye desde presión arterial elevada hasta anemia severa.
La enfermera también evalúa el estado emocional de cada participante. Utiliza una escala de riesgo suicida porque hay mujeres que llegan con ideaciones no verbalizadas o historial de intentos previos. Según la puntuación obtenida, determina los próximos pasos: intervención en crisis, acompañamiento del equipo psicosocial o, en casos severos, traslado inmediato a una institución hospitalaria.
Para Lenna Ramírez Cintrón, directora ejecutiva de Casa Protegida Julia de Burgos, la salud emocional de las sobrevivientes debe atenderse desde el primer contacto. “Lo primordial, al inicio, es crear una relación de confianza para que sepan que están en un espacio seguro”, afirmó. Esta advirtió que las secuelas emocionales de la violencia permanecen aun después del agresor: “Hay personas que están en continuo estado de sobrevivencia y el cuerpo no está hecho para estar en ese estado de peligro constantemente”.
Ramírez Cintrón alertó que, además del trauma, la falta de acceso a servicios médicos, vivienda segura y apoyo comunitario aumenta la vulnerabilidad. “Para mujeres y menores, el acceso a salud, vivienda, apoyo comunitario, entre otros componentes, son esenciales para cerrar ciclos de abuso”, puntualizó.
Rodríguez Quiñones aspira a especializarse como enfermera forense para continuar sirviendo a sobrevivientes de violencia. Dice que lo que la impulsa es ver desarrollo personal en quienes acompaña. “Ver cómo ellas logran agarrar ese proceso y quedarse ahí es hermoso, de verdad. Ocurre una transformación que se ve”, aseguró.
Historias como las de Inés Marrero y Ana Celeste Mercado —quienes escaparon de relaciones violentas en 1999 y 2007 con ayuda de Casa Protegida— evidencian que la salida de la violencia es posible cuando hay redes de apoyo disponibles. Ambas coinciden en que el acompañamiento salva vidas.
En el marco del Mes Nacional de Concienciación y Prevención de la Violencia Doméstica, la organización lanzó la campaña Rompamos el Ciclo, que hace un llamado a la acción colectiva. Según el Observatorio de Equidad de Género de Puerto Rico, al 30 de septiembre de 2025 se han reportado 48 feminicidios directos e indirectos en la isla. En 2024, se registraron 81 feminicidios.
“Prevenir la violencia es tarea de todos y todas. Necesitamos que comunidades, escuelas, empresas e individuos se unan a esta causa porque acompañar salva vidas y la indiferencia también puede costarlas”, sostuvo Ramírez Cintrón.
Si usted, algún familiar o conocida está en una situación de violencia doméstica, puede llamar a la Línea de Emergencia de Casa Protegida Julia de Burgos al (787) 548-5290, disponible 24/7, libre de costo y confidencial.
