Las olas de calor en Puerto Rico ya no son una excepción, sino una amenaza constante. Cada verano, y aun desde la primavera, aparecen y se sienten más intensas, largas y peligrosas, especialmente para las personas que trabajan al aire libre, las personas mayores y quienes viven con condiciones crónicas como hipertensión o diabetes. En lugares como Yabucoa, al sureste de la isla grande, estas condiciones no son meramente climáticas: son estructurales, históricas y profundamente humanas.
En un día caluroso de junio, en el corazón de este municipio costero, la sala de espera del centro de salud comunitario COSSMA se convirtió en un espacio de encuentro y reflexión colectiva. Allí, entre pacientes, personal clínico y estudiantes de salud pública, compartimos experiencias, estrategias y herramientas para afrontar el calor extremo, que es un fenómeno cada vez más frecuente en el Caribe. Los miembros de este grupo, reunidos a través de la colaboración con la organización sin fines de lucro Migrant Clinicians Network (MCN), utilizaban materiales diseñados específicamente para brindar a las comunidades las herramientas, la educación y los recursos necesarios para fortalecer la respuesta comunitaria ante eventos climáticos extremos.
La conversación giró en torno a una preocupación común: ¿cómo cuidarnos del calor cuando los recursos escasean? Muchos de los participantes eran adultos mayores con condiciones crónicas y preocupaciones muy concretas: ¿cómo conservar sus medicamentos si se va la luz? ¿Cómo pueden mantenerse frescos en casas con techos de zinc y poca ventilación? ¿Cómo pueden protegerse las personas que trabajan en el exterior? Una señora preguntó si podía abrir sus ventanas sin exponer a su esposo encamado al polvo del Sahara. Un caballero compartió cómo el calor lo hace sentirse atrapado. Estas conversaciones revelaron verdades incómodas: la vulnerabilidad no se limita al clima, sino que está atravesada por la falta de infraestructura, la pobreza y el abandono sistémico. Yabucoa, primer municipio en recibir los vientos del huracán María y uno de los últimos en recuperar la electricidad, aún carga heridas y algunas cicatrices visibles e invisibles. La agricultura, que ha sido y es pilar histórico, económico y cultural de la región, también se ve afectada, considerando que los trabajadores agrícolas tienen mayor exposición a altas temperaturas, resultando en que su riesgo de sufrir una enfermedad relacionada es 35 veces mayor que el de cualquier otra ocupación. Las herramientas compartidas con esta comunidad son parte de un currículo gratuito y descargable desarrollado por Migrant Clinicians Network en colaboración con Mentes Puertorriqueñas en Acción y el Caribbean Climate Hub. Esta herramienta busca activar procesos comunitarios donde los conocimientos se construyen colectivamente
Al finalizar nuestra intervención, una promotora de salud orientaba a una paciente diabética sobre cómo el calor puede agravar su condición. Nosotros dialogábamos y trabajábamos con la comunidad, contestando preguntas, compartiendo señales de alerta, prácticas preventivas y conocimientos prácticos que las personas podían poner en práctica para protegerse del calor. Y mientras observábamos las dinámicas que surgían luego de la intervención, entendimos que lo más poderoso de estas actividades no eran las láminas ni estadísticas que presentábamos. Lo más poderoso fue el diálogo y el intercambio de saberes y experiencias entre quienes estuvimos allí y el reconocimiento de que para enfrentar estos retos, todos debemos contribuir. Y que, a veces, con solo escucharnos podemos ayudar a proteger nuestra salud.
La experiencia en COSSMA nos recordó que educar no se trata de imponer ni de llenar mentes con información. Se trata de reconocer, valorar y movilizar los conocimientos que ya existen en la comunidad, y de complementarlos con información útil que les permita, a las personas, tomar decisiones informadas. Se trata de sumar y entretejer saberes, en un proceso donde todos enseñamos y aprendemos. Quienes participaron se llevaron herramientas para cuidar de sí y de los suyos, y quienes facilitamos nos llevamos una lección clara: el cambio climático exige respuestas locales, adaptadas, humanas y profundamente colaborativas. La información accesible y contextualizada que presentan los recursos de este programa de Migrant Clinicians Network considera los riesgos individuales por condiciones crónicas de salud y otras vulnerabilidades personales y sociales prevalentes en nuestro archipiélago. Este recurso busca fomentar la educación comunitaria y el mejoramiento de los sistemas, con la meta final de promover la organización y gestión colectiva ante lo que nos afecta, reconociendo nuestras realidades y limitaciones.
Mientras el calor aprieta, el conocimiento compartido desde la empatía, la escucha y la acción colectiva puede salvar vidas. Porque el calor no es solo una cuestión de temperatura, es también una cuestión de justicia, de equidad y de dignidad.
Esta es la primera de una serie de columnas de jóvenes que publicará quincenalmente en las ediciones impresas de Metro mediante una colaboración con la organización Mentes Puertorriqueñas en Acción (MPA).
Los escritos son producto de un proyecto con Migrant Clinicians Network (MCN) titulado Desarrollando Capacidades en los Centros de Salud Comunitaria para Abordar el Impacto de Fenómenos Extremos Relacionados al Clima en los Trabajadores Agrícolas en Puerto Rico y las Islas Vírgenes. Este esfuerzo fue liderado por MCN en colaboración con el Caribbean Climate Hub del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.
