Un momento inolvidable se vivió el sábado, 29 de noviembre, en el concierto de Maná en el Kia Forum de Los Ángeles.
Un intérprete de 8 años caminó hacia el escenario para unirse a la bandas de rock.
Este joven talentoso, Thomas Russo III -hijo del productor ganador de múltiples premios Grammy, Thom Russo, y de la reconocida actriz Alanna Ubach- convirtió un sueño de toda la vida en realidad.
Su presencia transmitió un mensaje que trascendió la música, un mensaje arraigado en la resiliencia que ha definido a las comunidades latinas en EE. UU. y latinoamericanas por generaciones: los niños cargan el futuro, la posibilidad no tiene edad y la música une pasado, presente y futuro.
Durante décadas, Maná ha llevado su voz alrededor del mundo, desde la urgencia social y ambiental de ¿Dónde Jugarán los Niños? hasta esta histórica residencia, rompiendo récords con 47 presentaciones en arenas de Los Ángeles. Sus canciones han sido la banda sonora de la vida cotidiana de muchas generaciones.
Este momento, fue diferente. Al darle la bienvenida al escenario al pequeño Thomas, Maná amplificó su legado de una manera que solo la música en vivo puede lograr:
“En una ciudad construida sobre la diversidad y la fusión cultural, este momento compartido se convirtió en un recordatorio de que la creatividad y la pasión pueden florecer a cualquier edad, y de que el futuro de la música está vivo y ya tomando forma. La presencia de Thomas envió un mensaje claro a cada niño en el público: para todos los niños de Los Ángeles (latinos y no latinos), sus sueños son parte del futuro de nuestra comunidad, y su voz tiene el poder de moldearlo. La cultura latina está dando forma a los Estados Unidos en tiempo real, influyendo en su música, su gastronomía y su creatividad, y es prueba de que la nación evoluciona gracias a la energía y la visión de las comunidades que la construyen”.
Esa noche, la banda cedió el protagonismo no solo a un niño, sino a toda una generación de soñadores. Cada niño presente pudo verse reflejado en él. Fue un recordatorio de que la música es una de las herramientas más poderosas que un niño puede tener, un puente entre la identidad, la herencia y la posibilidad.
