Entre señales de crecimiento y un consumidor más cauteloso, el sector comercial en Puerto Rico transita la recta final de la temporada navideña en un escenario marcado por presiones económicas, altos costos operacionales y un gasto más medido, aunque sostenido por la tradición cultural de la época.
A diferencia de otros momentos del año, la Navidad continúa siendo el periodo de mayor actividad para el comercio local, con ventas que comenzaron a moverse desde finales de noviembre y que, para algunos comerciantes, se espera registrar un impacto económico mayor al del año anterior.
No obstante, el desempeño no es homogéneo y convive con advertencias sobre endeudamiento, inflación y una menor capacidad adquisitiva de los consumidores.
Desde la Asociación de Comercio al Detal (ACDET), el balance de las ventas navideñas ha sido positivo. Su presidente, José González, indicó que tras un Viernes Negro (Black Friday) particularmente activo, el movimiento comercial se ha mantenido estable durante diciembre.
“Desde Black Friday, que fue un fin de semana bastante movido y superando el año anterior, el mes de diciembre ha continuado igual, o sea, se ha mantenido la tendencia en la venta para superar los números del año pasado”, expresó González.
Desde la Cámara de Comercio de Puerto Rico (CCPR) se reconoció que la actividad propia de la temporada mantiene vivo el flujo comercial. La presidenta de la entidad, Margaret Ramírez Báez, explicó que los centros comerciales han reflejado una afluencia constante, impulsada por la experiencia navideña, aun cuando persisten factores macroeconómicos que inciden en los precios.
“Hemos estado mirando cómo están los malls llenos, ofreciendo experiencias a los visitantes. Sigue siendo época navideña en Puerto Rico y se celebra de una manera distintiva. Claro, sabemos que hay unos asuntos macroeconómicos (…) Pero hasta un 5 % de impacto económico es lo que se espera de este año, en comparación con el año anterior durante la Navidad”, sostuvo Ramírez Báez.
No obstante, la líder del gremio comercial recordó que una gran parte de la mercancía que se vende en la isla es importada, lo que amplifica el impacto de la inflación y otros costos externos sobre los precios finales que enfrenta el consumidor.
Un panorama más preocupante fue descrito por el presidente del Centro Unido de Detallistas (CUD), Ramón Barquín III, quien advirtió que el dinamismo observado durante la Navidad podría traducirse en mayores presiones financieras para las familias en los meses posteriores. A su juicio, el aumento en el uso del crédito y el endeudamiento sostenido condicionan la solidez real del repunte comercial.
“Es interesante que siguen sacando estratégicamente resultados de estudios técnicos que reseñan que los puertorriqueños están endeudando más y más”, señaló Barquín III.
Aun así, reconoció que el gasto navideño responde a una conducta cultural profundamente arraigada, en la que los consumidores continúan comprando regalos pese a contar con más presión económica.
“Puerto Rico no está acumulando como sociedad capital. No se estimula la acumulación de capital en una sociedad como una economía de consumo, y eso con su derivado indirectamente de lo que invierte el gobierno (…) Pero, creemos en Puerto Rico, damos capacitación para desarrollar capacidades en nuestros sectores, y poder estimular, enfrentar al público, pero la realidad, en cuanto a lo que hablamos de la economía, es lo otro”, concluyó Barquín III.
De hecho, hace unas semanas el economista y director de la División de Análisis y Política Económica de Estudios Técnicos Inc., Leslie Adames, explicó a Metro que la temporada navideña tiene un efecto multiplicador sobre la economía, al estimular tanto el comercio como el empleo temporero.
Sin embargo, advirtió que el consumidor llegó a este periodo con niveles de endeudamiento más altos y sin la liquidez extraordinaria que existió durante la pandemia, factores que limitan el crecimiento del gasto. Según el economista, la persistencia de la inflación, particularmente en bienes esenciales, continúa ejerciendo presión sobre los presupuestos familiares y obliga a un reordenamiento en las prioridades de consumo, tendencia que podría intensificarse de cara al 2026.
