No sé usted, pero yo no puedo evitar pensarlo. Esa frase que dice que “en estas elecciones se nos va la vida” cobra en esta ocasión un matiz distinto. Seguramente porque hemos operado como esos juegos de vídeo en los que se nos otorgan varias de esas vidas. Y, como en esos juegos, hemos actuado de manera temeraria. Hemos caminado a ciegas y empeñado nuestro propio futuro a fuerza de nuestras propias decisiones equivocadas que, a la postre, han colocado en el poder a demasiadas figuras que han colocado en riesgo nuestro presente. Y ya no nos quedan vidas disponibles. Estamos a punto de perder el juego. El nuestro y el de próximas generaciones.
Llevamos décadas mirando al vecindario de manera prepotente. Viviendo de laureles de viejas victorias e ignorando como nuestros sistemas se han venido abajo. Que ese “vecindario” que hemos mirado “por encima del hombro” nos ha sacado varios cuerpos de ventaja. Hace mucho que vivimos del cuento. De aquel que se nos vendía de la “Estrella brillante del Caribe”; del “ejemplo de prosperidad para la región”; de la excepción a la norma del vecindario. Ya no. Hemos tocado fondo.
Deténgase por un momento a reflexionar y diga, si puede, ¿Qué agencia de gobierno ofrece un servicio de primera? Y no hablo del compromiso de sus empleados sino del manejo administrativo, la falta de recursos luego de años de recortes y recortes que ya comienzan a pasar factura. Porque la austeridad no se da en el aire sino que remite el peso a los hombros de los ciudadanos que a diario reciben servicios evidentemente deficientes. Que hacen filas durante horas para, al final, no poder resolver sus problemas. Que ven a diario cómo se quedan sin energía y, aun pagando impuestos, deben intentar resolverse la vida buscando alternativas para tener un servicio básico. Que viven la vida con la oscuridad como invitada “part time”. Que ven como cada uno de los renglones de la vida cotidiana se deteriora de manera consistente.
Y esa realidad no se despinta con facilidad. Los amarres de la Junta de Control Fiscal siguen vivos y, ante la ausencia de los estados financieros requeridos por la Ley PROMESA nos queda un largo camino con esos grilletes a cuestas.
Por todo lo anterior, en esta elección, más que en ninguna otra antes, se hace fundamental que evaluemos las ideas. Seguro que todos queremos un cambio al rumbo del país. Claro que todos los candidatos nos prometen que precisamente eso harán. Pero las promesas, en esta etapa, deben ir ancladas en compromisos de esos que se colocan sobre papel y se firman con estatura moral. Algunos candidatos nos caerán bien; otros nos parecerán poco simpáticos. Pero aquí las simpatías sobran. Los ciudadanos debemos requerir propuestas realistas y estudiadas para atender nuestros problemas más apremiantes y, de paso, los que nos aguardan a la vuelta de la esquina.
¿Usted sabe qué exactamente proponen los candidatos para atender los problemas apremiantes de nuestro sistema educativo? Ese que es nuestro más grande barril sin fondo que no endereza aun con miles de millones en presupuesto y que carga a cuestas las gríngolas del partidismo. Las mismas que llevaron a la tumba a la antigua Autoridad de Energía Eléctrica. Los del chijí chijá en horario laboral. El de los padrinos que bautizaron a los suyos con el dinero del erario. El de los energéticos progresistas y de la pava para los que el servicio público era primero un club político y luego un compromiso con el país. ¿Qué proponen los candidatos para eliminar de raíz y de manera expedita el cáncer de la politiquería del servicio público? ¿Cómo proponen hacer posible que un sistema con miles de millones de dólares adicionales en el presupuesto, menos estudiantes, menos maestros y menos escuelas deje de agarrarse de excusas a la hora de intentar explicar por qué el dinero sigue sin ser suficiente para garantizar a nuestros niños un sistema de primera con el dinero de nuestros impuestos? ¿Cómo proponen evitar que sigamos una década más pagando miles diarios en multas por incumplir con dar un servicio eficiente a los niños y niñas de Educación Especial? ¿Usted sabe?
Nos molesta la inestabilidad en el sistema eléctrico, pero ¿sabemos cuáles son las propuestas para promover la estabilización y restauración de nuestra red eléctrica? Si le proponen dejar a LUMA y Genera, ¿sabes usted como harán para que los acuerdos sean beneficiosos para el país? Si por lo contrario proponen cancelar el estatuto, ¿ya se ha enterado usted cómo lo harán? ¿Qué dice el contrato y como lo que contiene es compatible con las propuestas? Si retaran el contrato, ¿Cómo lo harán?
Estamos hartos de la inestabilidad en el sistema de Salud. Ese que no funciona adecuadamente aunque lo diga el Gobernador o su equipo cercano. No funciona adecuadamente un sistema en el que para acceder a un especialista es preciso esperar hasta nueve meses para conseguir una cita. Meses que pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte para pacientes no diagnosticados con enfermedades crónicas. ¿Cómo harán para remediarlo? No puede ser eficiente un sistema en el que un contable tiene el poder de desautorizar a los médicos y denegar las recetas administradas en detrimento de los pacientes. ¿Qué propuesta específica presentan para frenar el poder casi intocable de esos conglomerados de salud? ¿Usted sabe?
No puede marchar bien un país en el que los jóvenes profesionales se van, la oferta académica se diezma y quienes se quedan lo hacen casi en un ejercicio de fe y amor patrio. No anda bien un país cuya tasa de natalidad sigue en descenso; en el que se trata el asunto con la liviandad del que concluye que es que “las mujeres no quieren parir” ignorando que parir es mucho más que dejar las pastillas y embarazarse sino un ejercicio consciente que asusta a quienes no ganan lo suficiente como para mantenerse a sí mismos y, aun siendo adultos profesionales, tienen que seguir viviendo en el hogar de sus padres. No marcha bien un lugar en el que una pareja de profesionales con bachillerato (muchos incluso con maestría) no ganan lo suficiente como para comprar una casa y están condenados a vivir eternamente bajo alquiler. Miembros de una generación cuyos padres –con toda probabilidad con una cuarta parte de su preparación- pudieron hacerse de un hogar para criar a sus hijos. Claro que hay que hablar de “bregar con el mercado de vivienda” pero, ¿ya nos dijeron cómo? Y ese “cómo”, ¿nos hace sentido?
No funciona un país en el que semanalmente muere una decena de hombres jóvenes a manos del narco; en donde llueven las querellas de violencia de género y una cosa o la otra son tratadas como estadísticas irremediables. ¿Cómo proponen frenar estos crímenes violentos? Porque decir que “hay que bregar” con la delincuencia es tan fácil como decir que nos gusta el Día de la Madres. Ya sabemos cuál es el problema; ahora dígannos cómo atenderlo. Pero de verdad. Y de paso, ¿Cuál va a ser su plan para atender el cambio climático; y la ineficiencia de las agencias; y el desastre en la otorgación de permisos? Y cómo atenderán el suplicio de hacer negocios si eres local versus el servilismo excesivo a quienes hacen negocios, pero viene de afuera. ¿Cómo? Dígannos como. Exijamos contestaciones claras que con generalidades y estribillos hemos comenzado a cavar nuestra propia fosa.