Como todos los años, los resultados del Miss Universe nos dan de qué hablar durante días. Y, como todos los años en los que nuestra representante no gana el título de belleza más disputado de este lado del plantea, la discusión hace que se escarbe cada espacio posible para buscar las razones. Que si el vestido, que si la respuesta, que si el peinado, que si la pasarela, que la proyección. Que si todas las anteriores. Todas menos la simple norma de lógica que establece que no siempre se gana.
Pero mientras todo eso se produce, como no debe ser sorpresa para nadie, prefiero tomar unas líneas para reflexionar sobre este tipo de concurso. Hace unos años tuve el gusto de animar la competencia local y presenciar un momento histórico para ese tipo de competencia en la isla. Esa noche me tocó sacar el sobre con el nombre de la ganadora ante un jurado diverso que había escogido la sustituta de una mujer negra, Michelle Marie Colón. Le sustituiría inevitablemente otra mujer negra, puesto que dos quedaban agarradas de manos. Leonela González, Miss Dorado, y Ashley Ann Cariño Barreto, representante de Fajardo. Esta última convirtiéndose no solo en nuestra reina nacional sino en una de las cinco finalistas del Miss Universo.
Ese mismo año la franquicia local anunciaba el comienzo de flexibilizaciones en las reglas que incluían la promoción de la participación de mujeres que no encajaban en aquel modelo que históricamente había promovido la franquicia. Se dio la bienvenida a jóvenes de baja estatura o de talla plus, como Ariana Paola Santiago Burgos, representante de Guaynabo. Una joven que, además, optó por no alaciar su cabello y dejarlo crespo, al natural.
Este año, la franquicia internacional continuó expandiendo sus reglas para promover un modelo de belleza universal más moderno y adaptado a los tiempos, que ha encontrado espacio -al menos en el discurso- para mujeres de todas las estaturas, edades, rasgos físicos y estatus civil. Es por eso que nuestra representante este año, una madre de 3 y empujando la puerta de los 40 pudo competir y lograr excelente desempeño.
Sin embargo, me parece que, aunque la política oficial es un gran avance, hay que pasar de la palabra a la acción en muchos más ámbitos. Y me explico.
Nunca he creído en subestimar el poder de manifestaciones de la cultura popular que tienen el poder -guste o no- de impulsar ideales y modelos sociales. Y este concurso, nada de intelectual o erudito para los estándares de muchos- es una plataforma poderosa que desde hace décadas ha incidido en la idea de lo que debe ser una mujer hermosa. Y esa idea cala particularmente en las de niñas y adolescentes que son, evidentemente, mujeres en formación. Quien gane logra con su victoria validar la belleza de quienes lucen como ella. Se ven en su espejo. Y eso tiene un indudable efecto en quienes nunca logran “verse” en esa plataforma porque no verse en ella inevitablemente envía el mensaje de que lo que son no es hermoso. Así que, aun cuando la organización ha hablado de incluir mujeres de todas las edades, pesos y características físicas, ha fallado en lograr que esa diversidad se manifieste en los resultados. En la medida en que esas mujeres tan diversas no logren nunca figurar en el cuadro de semifinalistas o finalistas e, incluso, la ganadora, inevitablemente tiende a enviar un mensaje confuso. ¿Es real esa inclusión y promoción de diversidad o es solo un gancho para aumentar el poder de la franquicia y amasar mayores ganancias?
Solo pregúntese si alguna mujer sobrepeso o mayor de aquello que se considera socialmente como joven ha logrado clasificar y, ni se diga, llegar a las etapas finales del concurso. La respuesta es no. Y ese no es una enorme contradicción de intenciones. Si la organización reclama avances en las destrucciones del modelo clásico de lo “bello”, la destrucción de viejos paradigmas y mayores oportunidades, entonces solo lo habrán logrado cuando esa “diversidad” se manifieste en los resultados. Cuando se consiga un cuadro de finalistas realmente diverso. Cuando no se promueva la homogeneidad en lugar de la diversidad en un concurso que presume de destacar lo “universal”.
Cómo puede promoverse la “universalidad” cuando las características físicas que distinguen una latitud de la otra dentro del globo quedan ocultas con la búsqueda de una belleza que siempre luce igual. Mismas medidas, misma estatura, mismo corte de cabello. Misma nariz, mismo mentón y mismos ojos, aunque para conseguirlo se sacrifiquen las características físicas de cada región del globo para sustituirlas por las que se consiguen con el bisturí. Siempre iguales; poco universales.
Que para que se hable de verdadero avance hay que centrar la discusión en mucho más que el peso de un vestido final.