Thursday, December 12, 2024
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¡Hasta pronto!

El 2004 estaba en marcha y recibí una llamada. “Mi jefe te está buscando”, me decía algún colega. Ese jefe era Enrique Cruz, el director de Noticias de Wapa Televisión y quien, casualmente, había sido mi profesor en la única clase de televisión que tomé en la entonces Escuela de Comunicación Publica de la Universidad de Puerto Rico.

Kike me había escuchado en alguna de mis transmisiones de WKAQ Radio Reloj y quería que hiciera una prueba. La hice ante el lente del gran fotoperiodista César Santos. El resto es historia.

Veinte años después y con una mochila cargada de historias contadas ante la audiencia de Wapa, las puertas se han abierto para una nueva oportunidad de la que les hablaré oportunamente. Se da, pues, un cierre de capitulo. Y con él, la oportunidad de seguir escribiendo mi historia personal. Pero también de recordar lo que me trajo hasta aquí.

Aquellas enseñanzas que marcaron mi formación allá en la Universidad de Puerto Rico. La necesidad del rigor y el balance. La búsqueda de la verdad aunque se revele de forma distinta a lo que esperamos.

El poderoso alcance de las palabras y como estas construyen o destruyen. La búsqueda del bien común y, principalmente, el amor a la patria como meta diaria. El buen periodismo, en definitiva, procura honrar de todas las formas posibles la tierra que nos sirve de sustento y busca contar sus historias, celebrar sus triunfos y denunciar a quienes le faltan. Cuestiona con firmeza pero desde el respeto; o al menos así lo decido yo. Indaga, demanda y exige cuando es requerido. Esos principios me acompañarán siempre.  El cierre de capitulo no solo trae la anterior reafirmación, sino que obliga demás a la reflexión del camino andado. Soy consciente de lo que represento para muchos y quienes se ven en mi espejo personal, lo quiera o no. Tengo varios sombreros.

Soy un hombre negro que ha ocupado una silla privilegiada desde la que se me ha permitido contar la historia del país. No es cosa pequeña. No siempre fui consciente de lo que eso significa para muchos hasta que un día, hace más de una década, una mujer y su nieto me lo dejaron claro. Terminaba una historia –hoy no recuerdo cual- en el Museo de Arte Contemporáneo en Santurce cuando una abuela se me acercaba con su nieto, que rondaría los cinco años. Con un gesto, me pidió bajar el cristal del vehículo del canal donde repasaba mis notas. Cuando lo hice, sonrió y miró a su nieto, un niño negro que observaba fijamente. “¿Vez, que tú también puedes estar en la televisión?”.

El niño asintió, embelesado, con una sonrisa a flor de labios. Y a mí me quedó claro. Lo queramos o no, quienes tenemos el privilegio de ejercer esta honrosa profesión que cuenta la historias del país, somos- queriéndolo o no- espejo de muchos.Y nos encargan la tarea de contar sus historias y reivindicar sus luchas. En nuestros años de formación todos queremos vernos en el reflejo de otros. No “vernos” en medio del proceso de formación  puede ser una pieza fundamental a la hora de construir nuestra evaluación sobre nosotros mismos y nuestras posibilidades. Por eso sé que con mi llegada, han “llegado muchos”.

Pero en el ejercicio diario de esta profesión no puedo sustraerme de mis roles primarios. Mis otros sombreros. Indudablemente los primarios. Soy puertorriqueño, esposo y padre de una niña. Por ello mi oficio, ineludiblemente debe estar anclado en la construcción de un país robusto que aun siga siendo un espacio de oportunidades para mi hija y su generación. No es una tarea pequeña pero a todos nos toca caminar en la dirección del país que merecemos.

Cambio de escenario pero la tarea sigue tan viva como el primer día. Pronto nos vemos desde una nueva esquina y con el compromiso tan vivo como el primer día en que pise una sala de reacción. Hasta pronto.



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