Considerado uno de los líderes espirituales más influyentes y transformadores de los tiempos modernos, Jorge Mario Bergoglio —el primer Papa latinoamericano— dejó una huella indeleble no solo en la Iglesia católica, sino en múltiples sectores de la sociedad global. En la isla, líderes religiosos expresaron sentimientos de tristeza y gratitud, reconociendo el impacto de su pontificado en temas como el cuidado de la creación, la justicia social, la inclusión y su sensibilidad hacia las realidades de los pueblos latinoamericanos, incluyendo Puerto Rico.
La hermana Lissette Avilés, religiosa Dominica de la Santa Cruz y delegada del arzobispo Roberto Octavio González Nieves, en asuntos de pastoral ecológica, compartió una emotiva reflexión sobre la pérdida. “No solo fue un jerarca de la Iglesia, fue una persona que aportó inmensamente al bien común, incluso para quienes no eran creyentes”, afirmó. Destacó sus contribuciones al cuidado de la creación, especialmente a través de la encíclica Laudato Si’, así como su insistencia en que la fe debe vivirse también fuera del templo, cuidando del prójimo y del planeta.
Avilés recordó cómo el Papa Francisco mostró interés genuino por Puerto Rico, incluyendo sus esfuerzos para que Washington ofreciera al país un proceso justo de reestructuración de la deuda. “Siempre nos recordaba que las dificultades económicas no deben robarnos la esperanza. Esa fue una de sus grandes lecciones”, subrayó.
Resaltó también su legado de inclusión a través del sínodo de la sinodalidad, su testimonio durante su etapa de enfermedad, y su disposición a mantenerse conectado con la realidad del mundo hasta sus últimos días. “Nos enseñó a vivir la vulnerabilidad con dignidad, sin desconectarse de su rol pastoral. Incluso recluido, continuó atento a lo que pasaba en lugares como Gaza”.
Sobre el futuro del papado, la hermana explicó que el proceso para elegir a un nuevo pontífice requiere oración y discernimiento. “Ojalá que el próximo Papa pueda continuar lo que Francisco estableció, y que en las áreas donde no pudo avanzar, haya espacio para seguir mejorando. Ya él rompió el mito del Papa europeo. Ahora el mundo está más abierto a nuevos rostros y nuevas voces dentro de la Iglesia”.
El padre Gerardo Vargas también compartió sus impresiones, a quien describió como un líder espiritual que logró acercar la Iglesia al diálogo y a los más necesitados. “No solo perdemos al jefe visible de la Iglesia católica, sino a una figura que supo hacerse cercano, que hizo visibles a los ‘menores de la tierra’ en una sociedad cada vez más diversa”, expresó.
Para el sacerdote, la muerte del pontífice no representa un final, sino una transición hacia la esperanza. “Creemos que trasciende al seno de Abraham y que ya goza de la presencia de Dios, a quien sirvió a través de los pobres”.
Vargas destacó también el impacto que Francisco tuvo en Puerto Rico, nombrando obispos que aún hoy dan forma a la vida pastoral del país. “El Papa Francisco dejó una huella concreta entre nosotros, no solo con sus nombramientos, sino con su sensibilidad y cercanía. Incluso llegó a interceder para que se diera a Puerto Rico un proceso de reestructuración de su deuda”.
Recordó que Francisco, como latinoamericano, tenía una mirada distinta a la de sus predecesores europeos. “Era un Papa que caminaba con la gente, que tomaba el autobús. Su visión surgía del contacto directo con la realidad. Por eso entendía tan bien el sufrimiento de los más pobres”.
Consciente de que ahora inicia una nueva etapa para la Iglesia, el padre Vargas expresó su deseo de que el próximo Papa continúe el legado de Francisco, especialmente en los temas de diálogo interreligioso, inclusión y justicia social.
Por su parte, el padre Yamil Samalot destacó el simbolismo del momento de su partida. “Por un lado, la Iglesia está de luto, pero también hay gozo. No hay momento más hermoso para entrar en la gloria de Cristo resucitado que este”, expresó aludiendo a la coincidencia con la Semana de Pascua.
Samalot resaltó que Francisco fue un Papa cuyo legado trascendió fronteras y credos. “No solo lo recuerdan los católicos, también lo lloran miembros de otras confesiones cristianas, personas de otras religiones e incluso no creyentes. Eso dice mucho del tipo de ser humano y líder espiritual que fue”.
Recordó su histórica frase al comienzo del pontificado: una Iglesia pobre para los pobres. Desde sus años en Argentina, Francisco trabajó en los barrios más marginados, y nunca abandonó ese compromiso. “Su vida fue testimonio de ese Jesús que vivió y luchó por los últimos, y eso lo llevó a abrir las puertas de la Iglesia a quienes se sentían excluidos”.
También subrayó su impulso hacia una Iglesia más sinodal, más participativa, donde todas las voces tengan cabida. “Ese fue su último gran empujón: recordarnos que las decisiones deben tomarse en comunión y que todos somos parte activa de esta comunidad de fe”.
Con la mirada puesta en el futuro, el padre Samalot expresó su esperanza de que el próximo pontífice continúe ese camino de inclusión, justicia y cercanía con el pueblo. “Ahora nos toca a nosotros mantener vivo ese legado, seguir caminando en la dirección que él nos señaló”.
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