Durante el Encuentro de Educación Montessori en Puerto Rico, la profesora Vanesa Mulero González ofreció la presentación “María Montessori: Activista por la paz”, en la que destacó cómo la visión pedagógica de la reconocida educadora italiana trascendió las aulas para convertirse en un movimiento global a favor de los derechos de la niñez y la paz mundial.
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Mulero explicó que para Montessori, “la meta de la educación era formar una generación de adultos naturalmente inclinados hacia la paz y opuestos a la guerra”. Su método educativo se sustentaba en valores de empatía, responsabilidad social y solidaridad, promoviendo un equilibrio entre cuerpo y mente, intelecto y espíritu, en ambientes donde predominaban la cooperación y la colaboración.
En declaraciones a Metro Puerto Rico luego de su presentación, Mulero destacó que el sistema Montessori atiende las necesidades específicas de cada etapa del desarrollo humano y fomenta la convivencia entre edades diversas.
“Los ambientes son multiedades. Eso crea una comunidad que no se crea en ningún otro sistema educativo. Esos niños están juntos tres años, tú aprendes las dinámicas de ese grupo, los observas, los quieres, pertenecen a ti y tú perteneces a ellos”, expresó. Añadió que esa estructura permite que los estudiantes aprendan a vivir en comunidad, desarrollar empatía y practicar la solidaridad.
La educadora explicó que los encuentros como el celebrado en Puerto Rico son esenciales para fortalecer la práctica docente y la conexión entre los educadores.
“Es maravilloso. Primero, por la alegría de reencontrarse y volver a pensar en cosas que sabías, pero se te habían olvidado porque el día a día te chupa. Las maestras son titánicas, porque no es solo el trabajo en Montessori, es el sistema político y educativo en general. Pero estos espacios permiten reconectar y expandir las posibilidades de lo que hacemos”, sostuvo.
La presentación repasó el contexto histórico en el que vivió Montessori, quien nació en 1870 y fue testigo de dos guerras mundiales y de la Guerra Civil Española. Estas experiencias marcaron su compromiso con la protección infantil y la reconstrucción social. En 1908 trabajó con niños afectados por el terremoto de Mesina y Reggio, aplicando su metodología en escuelas para huérfanos, y durante la Primera Guerra Mundial atendió a niñas y niños refugiados en Bélgica y Francia. Fue entonces cuando propuso la creación de la Cruz Blanca, una sociedad humanitaria internacional orientada a restablecer la salud física y mental de la niñez traumatizada por la guerra.
Mulero expuso que Montessori consideraba que los niños eran “agentes transformadores de una sociedad nueva y armoniosa”. En sus conferencias sobre educación y paz, iniciadas en 1917 en California y extendidas a Europa durante la década de 1930, planteó que la educación debía reformar la humanidad “desde la base hacia arriba”, fortaleciendo el desarrollo moral, emocional y espiritual del niño.
La ponencia también abordó su propuesta del “niño como ciudadano olvidado”, donde Montessori cuestionó la visión paternalista de los derechos infantiles, promoviendo en cambio una perspectiva en la que los niños fueran reconocidos como “constructores de la humanidad”, con capacidad de participación y no solo de protección.
En ese marco, Mulero recordó que la Declaración de Ginebra de 1924, adoptada por la Liga de Naciones, representó el primer reconocimiento formal de derechos específicos para la niñez, aunque con un enfoque centrado en la tutela adulta. Posteriormente, en 1959, la ONU oficializó la Declaración de los Derechos de la Niñez y, en 1989, la Convención sobre los Derechos del Niño reafirmó la responsabilidad de los Estados de garantizar esos principios.
La expositora explicó que Montessori vinculó directamente la educación con la paz y el bienestar global, afirmando que “la educación debe concebirse desde la perspectiva del desarrollo de valores morales y de la organización de individuos dotados de altos valores para formar una sociedad consciente de su destino”.
El encuentro cerró con una reflexión sobre el legado pacifista de Montessori, quien fue nominada tres veces al Premio Nobel de la Paz (1949, 1950 y 1951). Mulero concluyó citando una de sus frases: “El niño que ha sentido un amor intenso por su entorno y por todas las criaturas vivientes nos da razones para albergar la esperanza de que la humanidad se pueda desarrollar en una nueva dirección”.
