Al igual que en todos los centros de trabajo, en las familias y hasta en las iglesias, en los partidos políticos existen diferencias de opinión en diversos asuntos. Por ejemplo, cuando el ahora gobernador del Partido Nuevo Progresista (PNP), Pedro Pierluisi, intentó usurpar la gobernación en el Verano ‘19, y al senador del PNP Thomas Rivera, correctamente, no le pareció una actuación legítima, por lo que presentó una demanda ante los tribunales. De igual forma, hemos visto al antes senador y ahora comentarista Leo Díaz expresándose fogosamente en contra del nombramiento del representante PNP Johnny Méndez como presidente de la Cámara de Representantes que hiciera la gobernadora electa Jenniffer González.
Las decisiones que se toman en espacios políticos de manera colectiva y democrática se dan con la mayoría de votos. Esto porque, como regla general, las colectividades no suelen tomar decisiones unánimemente. De esta misma forma democrática es que se supone que se aprueben las leyes en Puerto Rico: por mayoría de votos. En ese sentido, no debería sorprender a nadie que algunas figuras de la Alianza tengan posiciones distintas sobre algunos aspectos; el debate sobre esas posturas fortalece la democracia interna.
Personalmente, me uno a las expresiones del senador Rafael Bernabe del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) en las que afirma que la Alianza fue un acierto que tuvo grandes logros, comenzando con que su candidato a la gobernación, Juan Dalmau, sacó un porcentaje de votos superior al que sacó el gobernador del PNP Pierluisi en 2020. Pero opino que el logro mayor de la Alianza fue responder al llamado del pueblo, no del Partido Independentista Puertorriqueño ni del MVC, sino que fue el pueblo quien, desde 2020, pedía la Alianza, y fue el pueblo quien ganó al generarse tanto entusiasmo y esperanza. La Alianza debe continuar organizándose, mejorando, creciendo y debe usar de ejemplo los retos superados. Sigamos abriendo paso al cambio, alimentando el entusiasmo y cultivando la esperanza.