Analizar los resultados de eventos electorales no es tarea fácil, y menos en Puerto Rico. Los números reales ayudan, pero sabemos que con los números también pueden construirse narrativas poderosas. Escuchando los comentarios que se han dado con respecto a las primarias celebradas el domingo 2 de junio, me parece que se van materializando unas narrativas que hay que examinar con detenimiento, a la luz de la realidad que vive nuestro pueblo.
Los números son números, y dan una fuerte dosis de la realidad, pero todos sabemos que la realidad no tan solo son números, sino también tiene un alto contenido de corazón. La realidad es una combinación de datos y emociones, y en la política, las emociones juegan un papel importantísimo. Muy poca gente sale un domingo en la mañana a votar por números, las emociones los mueve a hacerlo.
En las primarias del 2 de junio, los números demuestran una marcada reducción de participación electoral. En las primarias del 2020 del Partido Popular Democrático (PPD) participaron 218,900 votantes, mientras que en las del 2024 participaron 138,243 votantes, una reducción de 37 % de votantes. En las primarias del Partido Nuevo Progresista (PNP) votaron en el 2020 297,988 elector, y en las del 2024 votaron 296,267 electores. Aún cuando estos números dejan al PNP en una participación casi idéntica a la del 2020, para ese partido, la participación en las primarias del domingo es una derrota estrepitosa pues tanto el bando Pierluisi como el de Jenniffer González le aseguraban al pueblo que tendrían una participación de más de 400 mil personas. Se colgaron ambos.
Pero miremos con más detenimiento. En las primarias del 2020 Pedro Pierluisi obtuvo 162,345 votos. El domingo obtuvo 30 mil votos menos, 132,805. Y aquí es que entran los elementos políticos del corazón y las emociones. De un lado, me resulta fascinante y deprimente a la mima vez que en Puerto Rico hubiese un sector en la sociedad que estuviera dispuesto a poner $7 millones en las cuentas de un candidato a la gobernación que tenía los índices mas bajos de popularidad en todas las encuestas y que las notas que se le daban a su desempeño en estos tres años eran deficientes. Aparentemente, las emociones no le permitieron ver la realidad. Otra posibilidad es que pensaran que, con el poder político, la contratación gubernamental y la monopolización de los principales medios de comunicación, podían transformar la realidad. No pudieron.
Pero hay otra realidad que no se puede perder de perspectiva. Jenniffer González movilizó menos gente a votar por ella que los que votaron por Pedro Pierluisi en el 2020. En las primarias del domingo votaron por Jenniffer González 159,527 electores, y en el 2020 votaron por Pierluisi 162,345 electores. Eso quiere decir que el PNP, y su candidata a la gobernación Jenniffer González, por más narrativas que quieran hacer de su gran arraigo en el pueblo, no fue capaz de movilizar más gente que lo que Pedro Pierluisi fue capaz de hacer en el 2020. Los números, y las emociones demuestran un PNP estancado, sin crecimiento electoral.
Ese estancamiento fácilmente puede convertirse en reducción electoral, pues el voto castigo del cual todos dicen le causó la derrota a Pedro Pierluisi el domingo, no necesariamente es un voto a favor de Jenniffer González. Y aquí viene un detalle muy importante. Jenniffer González jugó la carta del conservadurismo en estas primarias. A la misma vez jugó la carta del voto castigo, atacando con justificación la obra de su propio gobierno. Ambas estrategias le funcionaron en las primarias, pero le van a costar votos camino a las elecciones.
En primer lugar, Jenniffer González no es conservadora. No obstante, en las primarias ese asunto no fue uno importante pues la campaña de Pierluisi se veía impedida de establecer esos contrastes, ya que él también trató de apelar a los conservadores, sin serlo. Ahora para las elecciones de noviembre, Jenniffer González tendrá que contestar sin ambigüedades qué va a hacer con relación al aborto, la ideología de género, el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus creencias y valores, la libertad religiosa, el lobby LGBTTIQ+, la libertad económica, un gobierno limitado, la imposición de decretos ejecutivos, la vacunación compulsoria para todos, y otros asuntos de gran interés para un electorado conservador que está cansado de promesas huecas y que observó con detenimiento su silencio e inacción ante todas las batallas que se han dado durante los pasados cuatro años. Jenniffer González estuvo ausente en todas esas batallas. Sino lo hizo antes, no lo hará ahora.
En el PPD la cosa está peor. Su candidato victorioso, Jesús Manuel Ortiz, en las primarias del domingo sacó 83,045 votos. Charlie Delgado, ganador de las primarias populares del 2020, sacó el solito, contra otros dos contrincantes, 128,638. Esto es, Jesús Manuel sacó 45,593 votos menos que Charlie Delgado en las primarias pasadas. Charlie Delgado era un candidato, que, con sus luces y sus sombras, se diferenciaba de los demás. Jesús Manuel fácilmente podría aparecer en la papeleta de Victoria Ciudadana, o de la Alianza, y nadie se sorprendería. Esas compuertas están abiertas, pero no tan solo abiertas hacia la izquierda, con un flujo hacia la Alianza, sino que están abiertas también hacia la derecha, con un gran flujo de populares que difícilmente se van a ver representados por un candidato que viene a implementar un gobierno García Padilla 2.0. Fue Alejandro García Padilla, el mentor de Jesús Manuel, el que proclamó a los cuatros vientos, y con orgullo, que el PPD es un partido de izquierda.
Ante este cuadro, los campos están listos para la ciega para Javier Jiménez y Proyecto Dignidad. Vistámonos despacio, que vamos de prisa. ¡Adelante, con fe!